– ¿Por qué el gobierno de Estados Unidos ha invertido 50 millones de dólares en renovar por completo la Situation Room de la Casa Blanca?
Uno de los lugares más icónicos de la Casa Blanca –la Situation Room, donde la cúpula del gobierno de Estados Unidos se congrega en tiempos de crisis– vuelve a funcionar tras una inversión de 50 millones de dólares. Este subterráneo puesto de mando, creado por la Administración Kennedy ante las carencias registradas durante el encontronazo de los misiles cubanos con la Unión Soviética, ha sido modernizado para hacer frente a los pulsos de alta tecnología planteados en un mundo multipolar que nada tiene que ver con el de la Guerra Fría.
La instalación conocida por los asiduos del Ala Oeste como “the whizzer” incorpora ahora los más sofisticados equipos de comunicaciones y tecnología de última generación desplegada para impedir miradas y oídos indiscretos. Ya que en este reservado sótano de poco más de 500 metros cuadrados, situado un piso más abajo del despacho oval, es donde el presidente de Estados Unidos, en su calidad de comandante en jefe y máximo responsable ejecutivo, recibe las informaciones más confidenciales, delibera con sus principales asesores en materia de seguridad nacional y toma decisiones con transcendencia global.
La Casa Blanca ha facilitado el acceso de unos cuantos periodistas para la reinauguración de su bodeguilla estratégica, que tanto recuerda a un peliculero decorado de Hollywood. En sus paredes recubiertas de madera, por supuesto ecológica y sostenible, destaca un reloj mundial, que indica la hora en ciudades de especial interés como Teherán o Kiev. Además del reloj etiquetado como POTUS (President Of The United States) para que los ayudantes puedan saber siempre exactamente qué momento del día o la noche allá donde se encuentre el presidente.
La anterior renovación en profundidad de la situation room se acometió en 2006, el año anterior al lanzamiento del iPhone. Las pantallas, los equipos y los servidores informáticos que parecían modernos entonces, más de quince años después se habían quedado obsoletos. También la electrónica para preservar el acceso restringido a los secretos utilizados por el presidente para decidir sobre cuestiones de vida o muerte. Incluso el mobiliario de oficina de este distinguido sótano se había desgastado por el uso diario.
Cuando el presidente Barack Obama quiso seguir en directo la letal operación lanzada contra Osama Bin Laden en 2011, la sala de conferencias principal conocida como JFK Room no tenía la tecnología requerida para acceder a la señal audiovisual utilizada por el Departamento de Defensa. Esto obligó al presidente y a sus principales ayudantes a congregarse en una estrecha salita contigua en una inolvidable y abigarrada foto para la historia. Limitaciones que se habrían superado con la última renovación impulsada por la extrema competencia entre servicios de inteligencia para que los secretos dejen de ser secretos.
Con obras que se han prolongado durante un año, esta renovación supone el último capítulo de lo que el ahora centenario Henry Kissinger describió en su momento como un lugar incómodo, antiestético y esencialmente claustrofóbico. Aunque en honor a la verdad, la Situation Room es mucho más que una sola sala para reunir gabinetes de crisis. En realidad, es un complejo sistema de oficinas activo 24 horas al día, 7 días a la semana, dirigido por el Consejo de Seguridad Nacional y dedicado fundamentalmente a la tarea de fusionar y presentar información confidencial para el presidente de Estados Unidos.
En perspectiva histórica, esta parte de la Casa Blanca, frente a la cafetería de empleados y separada del refugio subterráneo renovado tras el 11-S, es donde los presidentes de Estados Unidos desde 1962 han tomado algunas de sus decisiones más difíciles. Desde las largas noches pasadas por Lyndon Johnson eligiendo personalmente objetivos para bombardear en Vietnam, hasta las continúas reuniones de Bill Clinton con sus asesores para hacer frente a crisis como la de Bosnia, pasando por la ejecución de Abu Bakr al-Baghdadi, líder del Estado Islámico, supervisada por Donald Trump. Un lugar que, tal y como dicen las crónicas, ahora tiene el inconfundible olor a coche nuevo.