Estados Unidos ha finalizado el año tal y como lo empezó: de manera intensa y con algún que otro sobresalto inesperado. La política doméstica, la situación internacional y el hecho de que ambas facetas se mezclen entre sí ha afectado no solo a la acción exterior del país, sino también a su política interna, que, según parece, va a afrontar un 2024 lleno de “sustos o muerte” (en el peor de los casos).
Los acontecimientos vividos desde el asalto al capitolio el 6 de enero de 2021 han sumido al país en un auténtico frenesí. Especialmente, al Partido Republicano, que, dicho sea de paso, no ha conseguido librarse de la figura y la ascendencia del expresidente Donald Trump, que es quien ha marcado tanto la agenda del partido como la propia agenda legislativa del país.
En los últimos meses del 2023, los casos judiciales de Trump se han ido sucediendo y han llevado al límite la situación judicial del expresidente, sobre todo a raíz de sus declaraciones en estados como Georgia o Nueva York. A esto hay que añadir la reciente decisión del Tribunal Supremo del Estado de Colorado de expulsarlo de las primarias republicanas al estado, junto con la decisión del estado de Maine y a la espera de decisiones en 12 estados en total. Mientras tanto, quedamos a la espera de la futurible decisión del Tribunal Supremo del país, donde el caso será escuchado a partir del próximo 8 de febrero.
Todo ello nos lleva a observar que el proceso de primarias republicanas se está poniendo en ebullición. A esta situación de frenesí republicano se une que el favorito en las encuestas al inicio del 2023, el gobernador del soleado estado de Florida Ron DesSantis, se ha ido desinflando a lo largo de los meses y, para colmo, en las últimas semanas del año ha emergido una rival de peso como aglutinadora de ese espectro republicano que se muestra más favorable a dar la bienvenida a un nuevo candidato. Nikki Haley, la exgobernadora de Carolina del Sur, representa al ala más conservadora del Partido Republicano y valedora del espíritu del movimiento Tea Party, aunque todavía necesita impulso. En este principio de 2024, su figura puede ser clave en dicho proceso interno.
A nivel doméstico, hay que sumar a toda esta inestabilidad la parálisis que sufrió el poder legislativo con la carencia de un speaker of house (o presidente de la Cámara de Representantes), debida a la destitución del entonces líder Kevin McCarthy y la elección de Mike Johnson tras un periodo de caos y vacío legislativo sin precedentes en el país.
Precisamente, esta crisis dentro del Partido Republicano y la crisis en la proyección hacia su electorado han dado algo de impulso al presidente Biden. Aquí es donde tenemos que analizar cómo se encuentra el inquilino de la Casa Blanca.
El arranque oficial de la precampaña del presidente Biden anunciando su candidatura a la reelección es otro de los puntos destacables de estos últimos meses de 2023. En sus propias palabras, si Trump no pretendiera presentarse de nuevo, su candidatura a la reelección no sería necesaria. La popularidad de Biden, junto con su edad, es uno de sus mayores problemas cara a este 2024 y a las elecciones presidenciales. A esto hay que añadir la elevada inflación y la negativa percepción de la ciudadanía norteamericana acerca de la marcha de la economía. Podemos agregar que, en caso de renuncia de su candidatura en los primeros compases del 2024, su relevo natural sería la vicepresidenta Kamala Harris, que no es, ciertamente, el mejor relevo posible. La popularidad de Biden es baja, pero es que la de su vicepresidenta es aún menor, a pesar de que, en estas últimas semanas, ha obtenido algo de protagonismo a nivel internacional debido a su participación, en sustitución del presidente, en la COP 28.
Es, precisamente, en el plano internacional donde las últimas semanas de 2023 están siendo no solo intensas sino abrumadoras. A la guerra de Ucrania le sumamos la guerra en Gaza, las tiranteces con China y, en medio de todo esto, las tensiones del mar Rojo y los rebeldes hutíes, que han provocado una de las primeras llamadas a Pedro Sánchez por parte de Biden. La reciente conversación telefónica entre los dos presidentes, en principio como felicitación por la reelección del presidente español, supuso un nuevo impulso a esta relación bilateral. Para muchos analistas, la posición española acerca de no extender la operación Atalanta y el bloqueo a su extensión, junto con el cambio de postura sobre una misión específica para el control y la seguridad del comercio internacional en el mar Rojo, es fundamental para Estados Unidos. A esta posición se le sumó, a última hora, la negativa española a participar en dicha misión. Por ello, la llamada de Biden a Sánchez se enmarca en la felicitación por su nueva elección, en la situación de Gaza y, según fuentes de la Casa Blanca, también en el tema de la postura española y de la Unión Europea sobre la operación en el mar Rojo.
Tenemos, pues, unas últimas semanas a nivel internacional y doméstico con un Congreso en receso vacacional, en donde no hay forma de sacar adelante el nuevo paquete de ayuda militar y económica a Ucrania, por la determinación demócrata de no ceder en la cuestión del muro y la inmigración en la frontera sur de los Estados Unidos, esta ultima, subiendo en intensidad con el paso de las semanas. Todo ello nos muestra cómo la situación de 2023 ha ido de sobresalto en sobresalto, pero es en los últimos compases del año 2023 y los primeros de 2024 donde no podemos evitar pensar en aquella frase de “susto o muerte”, ya que tanto las elecciones presidenciales, los procesos judiciales y las primarias republicanas, así como las relaciones del presidente y el congreso o el acuerdo bipartito, junto con la crisis en la frontera sur marcarán la agenda doméstica. Si a todo ello le sumamos la situación internacional, el 2024 plantea más de un desafío.