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¡Despierta, Europa!

Stethoscope on EU flag background, Business and finance concept.

Lo acontecido en el Despacho Oval el viernes pasado pasará a los anales de la historia diplomática como uno de los episodios más esperpénticos de las relaciones internacionales. La primera cuestión tiene que ver con la eventualidad o intencionalidad de lo acontecido. Particularmente me inclino por lo segundo y considero que todo fue una orquestada opereta desde la “bromita” de Trump al recibir a Zelenski refiriéndose a la “elegancia” de la indumentaria hasta la destemplada invitación para abandonar la Casa Blanca. Un periodista amigo que interviene espontáneamente sin estar en la rueda de prensa, el vicepresidente tomando la palabra sin pedir permiso ni que se lo pida el presidente, la referencia final de Trump al espectáculo televisivo que supuso el incidente, y la negativa a firmar un acuerdo alcanzado cuando la delegación ucraniana pretendía reencauzar la reunión entre bambalinas, me incitan a pensar en ello.

David Lammy, secretario británico de Asuntos Exteriores fue taxativo al afirmar el mes pasado que “la paz posterior a la Guerra Fría ha terminado definitivamente” y a tenor de los acontecimientos lo mismo piensa el presidente de los Estados Unidos. La guerra de Ucrania va más allá de ser un mero marco de operaciones bélicas para interesar un nuevo orden mundial en el que situaciones como la reciente votación en la ONU cuando Estados Unidos se alineó junto a Rusia y Corea del Norte podrían convertirse en algo habitual.

La ingenuidad de Zelenski rechazando de forma tajante un alto el fuego —paso previo en cualquier negociación de paz—, o cuestionando la vía diplomática —“¿Qué tipo de diplomacia?” preguntó con inoportuna candidez— ofreció en bandeja la oportunidad que Trump esperaba para mostrarse ante sus votantes como pacificador mundial. También le sirvió para flirtear con Rusia poniendo en duda la capacidad y buena voluntad de Zelenski como negociador. Por último, explicitó un claro distanciamiento de quienes han sido sus históricos aliados al erigirse como paladín de la paz ocupando una posición equidistante entre los contendientes.

No es la primera vez, y me temo que tampoco la última, que Trump muestra de forma más o menos implícita su escepticismo respecto al papel de la OTAN en el nuevo orden mundial que pretende impulsar. No tengo muy claro si discute su propia existencia, pero si cuestiona la necesidad de que Estados Unidos continúe perteneciendo al tratado como ya manifiesta sin el menor pudor Elon Musk. Amenazar con desproteger a los socios que no estén al tanto de los pagos, insinuar que podría invadir Groenlandia, perteneciente a uno de los socios, no son simples bravuconadas sin contenido.

Las injerencias norteamericanas en los procesos electorales europeos, el más reciente en Alemania, fueron la antesala para la también inusitada intervención del vicepresidente Vance en la reciente Conferencia de Seguridad de Munich. Los líderes europeos escucharon sin parpadear frases como “La amenaza que más me preocupa respecto de Europa no es Rusia, no es China. … Lo que me preocupa es la amenaza desde dentro…”. Tal como manifestó Kaja Kallas, jefa de política exterior de la Unión Europea, “Parece que están [Estados Unidos] tratando de iniciar una pelea”.

Europa ha reaccionado ante la nueva situación como siempre hace, convocando reuniones urgentes en las que se habla mucho pero no se adopta acuerdo alguno. Keir Starmer, cuidando las formas para no molestar a Trump, manifestó tras la reunión por él convocada que “Este no es un momento para más palabras. Es hora de actuar”. Actuar, sí, pero de forma conjunta para resultar exitosos; algo que lamentablemente está lejos de conseguirse. Según entiendo se creará una comisión para ofrecer una solución de paz que satisfaga a los Estados Unidos. Ojalá funcione y sea la excepción a la máxima napoleónica —peronista según otros—: “Si quieres que un problema perdure, nombra una comisión”.

Europa ha permanecido aletargada desde que Obama desvió la atención del eje atlántico al área Asia-pacífico. Nos hemos comportado con la indolencia del aristócrata venido a menos y ciegos ante la nueva realidad mundial delegando en otros nuestra defensa. Hace 8 años apostamos por la candidata Clinton, hace 3 meses por Kamala Harris. Podemos apostar por un cambio de tendencia política en el congreso norteamericano dentro de dos años en la ilusión de que las aguas vuelvan a su cauce, pero bien pudiéramos volver a equivocarnos. ¿Cuánto tardaremos en despertar?

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