El presidente de Estados Unidos ha dado una imagen muy distinta de la que podríamos intuir ante una retirada largamente anunciada. Con seguridad, y resaltando los logros económicos y sociales de sus mandatos, Obama se ha reivindicado como el presidente que derrotó a la recesión y sacó al país de dos guerras. De ser rechazadas, sus propuestas dirigidas a la clase media ponen en serio compromiso a la mayoría republicana en el Congreso, y pueden allanar el camino a una nueva presidencia demócrata.
Lo que en Europa calificaríamos como un alegato de las bases del Estado de bienestar, en Estados Unidos lo llaman ser un “Robin Hood”. Así es como los republicanos han descrito el discurso que sobre el Estado de la Unión pronunció el presidente Obama este pasado martes. Una fórmula propia del temor que los conservadores, especialmente el Tea Party, tienen a que el presidente pueda recuperar parte de la influencia que perdió tras las elecciones legislativas de noviembre, y que insufle renovadas esperanzas a los candidatos demócratas en 2016. Pese a que muchos daban –dábamos–, por amortizado al POTUS, en su alegato Obama se ha reivindicado enumerando los grandes hitos de sus seis años en el ejecutivo. Ha recordado que recogió un país endeudado, al borde del abismo económico y con una recesión que parecía no tener fin y que lo ha sacado de ella. Ha señalado cómo Estados Unidos era un país con un índice de paro creciente, y que a día de hoy la tasa de desempleo es incluso menor que antes de la crisis financiera. Ha puesto de manifiesto que hay menos abandono escolar –base fundamental y casi obviada para la prosperidad económica–, que más población tiene seguro médico, y que se depende menos del petróleo extranjero. En suma, ha mostrado una nación más fuerte y segura que la que él recibió.
Pensando no solo en lo que le queda de mandato, sino incluso más allá, Obama ha lanzado toda una batería de propuestas que, a todas luces, se quedarán en agua de borrajas dado su alto contenido social. Una de estas medidas es la subida de impuestos a los ricos. El presidente ha tratado de concienciar a los congresistas de que la clase media estadounidense ya ha contribuido a la recuperación económica con enorme esfuerzo. Lo que se necesita ahora, según Obama, es que los que más tienen dejen de utilizar su poder “lobbístico” y los recovecos del código fiscal y contribuyan más al bien común con sus impuestos. Si se subieran los gravámenes a ese 1% de la población, se podrían poner en marcha medidas como la supresión de las tasas para los estudiantes que quieren asistir a los “community colleges”; triplicar el crédito fiscal por hijo; o la creación de un nuevo crédito fiscal para los hogares en los que ambos cónyuges trabajen.
Una de las frases más llamativas del discurso de Obama se producía justo al principio, cuando pedía “pasar página”. Y no era retórica. Era un torpedo directo a la línea de flotación del Partido Republicano. Todas las ambiciosas medidas que el presidente proponía iban dirigidas a mejorar la economía de las familias estadounidenses. Si los republicanos, como previsiblemente harán, se oponen a todas o a parte de ellas, puede que pierdan la oportunidad de pasar página y tener alguna oportunidad de ganar la Casa Blanca el año que viene. La respuesta oficial del GOP (el senador Rand Paul ha realizado una respuesta de forma individual), en boca de la senadora republicana por Iowa, Joni Ernst, va en la dirección de mantener el actual estado de confrontación con el ejecutivo. Como curiosidad: mientras que Ernst no hacía mención a los procesos de regularización ni a la inmigración, el representante por Florida, Carlos Curbelo, sí que mencionaba ese tema en la respuesta en español dada por el Partido Republicano. Puede que los republicanos vean a Obama como un nuevo Robin Hood. Lo que ya no podrán llamarle es “pato cojo”.