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Shalom, Tío Sam: la especial relación entre EE. UU. e Israel

DA - Raquel Barras - Israel EE.UU. - BOLETIN -DA

Israel está rodeado de enemigos. Desde su creación en 1948, numerosos actores han pugnado por eliminarle del mapa. Actualmente, Hamás y la Yihad Islámica Palestina, en Gaza y Cisjordania; Hezbolá en el sur del Líbano; los hutíes en Yemen; la Brigada Fatimí o Liwa Fatemiyoun, en Siria; la Organización Badr en Iraq, así como otras milicias en Afganistán y Pakistán y -por supuesto- Irán, que es quien financia y lidera a estos actores en su mayoría chiítas (exceptuando Hamás), le han declarado la guerra abiertamente.

 A pesar de su complicada vecindad, Israel no está solo, como ha quedado demostrado el sábado 13 de abril, cuando el régimen de los ayatolás y sus proxies atacaron al país hebreo. Esta inédita agresión directa a un estado, tanto por la cantidad como por la forma de perpetrarse es el mayor ataque a distancia de la historia: en una “salva” se lanzaron más de 300 proyectiles entre drones suicidas (170), misiles de crucero (30) y misiles balísticos (110).

Teherán justificó su ataque invocando el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas, que establece el derecho a la legítima defensa ante una agresión. Asimismo, acusó también a Estados Unidos (EE. UU.) del ataque israelí a los aledaños de su embajada en Damasco -el 1 de abril- donde murieron 13 personas, entre ellos 7 miembros de la Guardia Revolucionaria, incluidos el comandante Reza Zahedi (de la unidad de élite Fuerzas Quds para Siria y Líbano) y su número dos, Hadi Hajriahimi.

Tras estos acontecimientos, la opinión pública internacional ha ido virando. El rechazo generalizado hacia Israel por los efectos de la furibunda campaña militar en la Franja de Gaza, en respuesta a los deplorables atentados cometidos el 7 de octubre de 2023 por Hamás, quedó plasmado en la Resolución del Consejo de Seguridad el 25 de marzo, aprobada por 14 votos a favor y la sorpresiva abstención estadounidense, que se interpretó erróneamente como un cambio de paradigma en su alianza. En concreto, el texto pedía un alto el fuego coincidiendo con el ramadán, al tiempo que señalaba la urgencia de la ayuda humanitaria a Gaza. Así, lo que parecía un callejón sin salida para la narrativa israelí, se ha convertido en una ventana de oportunidad.

Un total de 13 países se vieron involucrados en ambos bandos. Los apoyos exhibidos públicamente a Israel configuran un nuevo mapa geopolítico de alianzas regionales en Oriente Medio fraguado por los Acuerdos Abraham de 2020, lo que deja patente los contrapesos en el seno del mundo musulmán y la batalla entre sunníes y chiíes y, en última instancia, la labor de la diplomacia estadounidense.

Por un lado, Jordania fue, junto a EE. UU., Reino Unido –a su vez, de relación privilegiada con la primera potencia global– y Francia, uno de los países que desplegaron aviones para destruir misiles y drones que habían violado su espacio aéreo. Pese a haber verbalizado su rechazo a Israel por la ofensiva en Gaza, se opuso a ayudar a los refugiados gazatíes. El Acuerdo de paz con Israel, que cumple 30 años, posiciona a la monarquía hachemita como uno de sus aliados regionales. Por otro, Arabia Saudí sorprendió poniendo a disposición su espacio aéreo y acordó con Emiratos Árabes Unidos compartir la información de inteligencia que contrarrestó el ataque iraní.

EE. UU. es más que un socio fiable para Israel. A nivel sistémico, las prioridades geoestratégicas estadounidenses no pasaban ya por Oriente Medio sino por Asia. Sin embargo, ha vuelto a mostrar su apoyo inquebrantable a Israel y, gracias a su implicación, se exhibió la fortaleza de su Kipat barzel (“Cúpula de Hierro”. escudo antimisiles). Asimismo, las operaciones de defensa aérea fueron coordinadas por el Mando Central de las US Air Force desde la base militar Al-Udeid, en Qatar. Cuenta con más de 1.000 soldados en la zona, así como defensas aéreas, incluidas baterías Patriot en Erbil (Kurdistán iraquí) o el THAAD. La US Navy cuenta con dos destructores desplegados en el Mediterráneo oriental (USS Arleigh Burke y USS Carney) y los F-15 estadounidenses destruyeron alrededor de 70 drones.

En definitiva, aquellos que apuntaban al ocaso de la idílica relación entre Israel y EE. UU., como consecuencia de la situación humanitaria en Gaza, observan hoy un Tío Sam comprometido con la seguridad en la región; tanto por los ataques contra sus objetivos en Siria, Irak o Yemen, como por sus respuestas selectivas junto con una diplomacia pragmática, tejiendo nuevas alianzas para la integración regional, como por ejemplo, el cuatripartito entre India, Israel, Emiratos Árabes Unidos y EE. UU. (I2U2).

Este ha sido el segundo asalto de una escalada regional que ha permitido a Teherán conocer las capacidades reales israelíes, los aliados con los que cuenta y hasta qué punto están dispuestos a involucrarse. EE. UU. no ha decepcionado a nadie. Israel tiene aún que responder al ataque y evitar los errores del pasado.

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