El cambio climático global está transformando nuestro concepto de la seguridad y se ha convertido en una de las principales amenazas para el futuro de la humanidad. No se trata simplemente de la seguridad nacional, sino de la seguridad colectiva en un mundo frágil y cada vez más interdependiente. Cualquiera que todavía esté convencido de que el cambio climático es únicamente un problema medioambiental debería leer el informe publicado por la Military Advisory Board de los Estados Unidos, un grupo asesor del Pentágono formado por militares de alto rango y gran prestigio. En el informe manifiestan categóricamente que el cambio climático supone una grave amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos y para la estabilidad geopolítica internacional.
El presidente Obama lo sabe bien y sus dos mandatos han servido para que el Gobierno Federal haya dictado un número sin precedentes de compromisos ambientales. Y sigue en ello. El pasado 21 de septiembre, la Oficina del Director de Inteligencia Nacional divulgó un informe dirigido a todos los departamentos en el que puede leerse que el cambio climático probablemente representará un problema significativo para la seguridad de Estados Unidos en los próximos dos decenios. Junto con el texto, Obama firmó un memorándum presidencial que ordena a las agencias federales que desarrollen planes y programas para enfrentarse con diversos escenarios resultantes del cambio global.
Pero Obama es ya, prácticamente, el pasado. Mientras tanto, la contienda presidencial en Estados Unidos sube de tono y los candidatos republicanos como los demócratas enseñan sus cartas, por más que todos seamos conscientes de que una cosa es predicar y otra dar trigo. Aunque hay otros candidatos como Gary Johnson con un perfil ambiental definido del que me ocuparé en otra entrada, los constantes debates han obligado a los futuros inquilinos de la Casa Blanca a fijar una postura ante temas polémicos y de interés global. Pero, ¿es el medio ambiente una prioridad para ambos?
El magnate y aspirante republicano se ha enfocado en asuntos relacionados con la migración, la economía, el comercio y las reformas internas. En su web oficial no existe ninguna referencia al medio ambiente ni muestra alguna de preocupación global por la contaminación y el cambio climático. Eso sí, cualquiera puede leer en ella que Trump asegura que no le interesa promover el uso de energías verdes por su excesivo costo, y que hasta podría eliminar la Agencia de Protección del Ambiente (EPA) y sus regulaciones porque entorpecen el buen funcionamiento de las empresas.
Trump no comprende el calentamiento global. En sus twitters dice que «el concepto del calentamiento global fue creado por y para los chinos con el objetivo de que la industria manufacturera de Estados Unidos pareciera poco competitiva». El candidato republicano, que ha repetido que su Gobierno apostará por fomentar la industria del petróleo y por promover la producción de energía nuclear, considera que el cambio climático es un mito y «un engaño» y que él «no es un creyente». Al Washington Post le dijo en marzo que no se creía el cambio climático y que, en caso de ser elegido presidente, haría que su país saliera del Acuerdo de París de 2015 porque «es malo para los negocios de Estados Unidos». «Vamos a cancelar el acuerdo de París sobre el clima y vamos a suspender todos los pagos de dólares de Estados Unidos para los programas de calentamiento global de Naciones Unidas», dijo el candidato.
Aunque las reacciones en contra de todas las afirmaciones anteriores no son nuevas, el pasado 20 de septiembre, 375 científicos prominentes de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, incluyendo entre ellos a treinta premios Nobel, decidieron publicar un manifiesto conjunto para explicarle a Trump que está equivocado. Los científicos lamentan que durante la campaña haya afirmado que la Tierra no se está calentando o que el calentamiento se debe a causas puramente naturales fuera del control humano. Para los científicos, elegir a alguien con la mentalidad de Donald Trump sería un punto de inflexión para el planeta que «no nos podemos permitir».
¿Y qué opina la candidata demócrata? Su primer discurso después de ganar las primarias, estuvo construido alrededor de cinco ejes, uno de los cuales se articuló en torno al cambio climático, al que consideró como «una de las amenazas definitorias de nuestro tiempo» y prometió convertir Estados Unidos en el «superpoder de la energía limpia del siglo XXI».
Tras unos inicios de campaña en los que Eva Resnick-Day, una destacada activista de Greenpeace, denunció que la campaña de Clinton y la Fundación de su marido habían recibido millones de dólares procedentes de empresas de combustibles fósiles, el pasado mes de agosto la aspirante a la Casa Blanca pasó por la izquierda en temas ambientales al actual presidente cuando expresó su oposición a las perforaciones petrolíferas en el Ártico. Clinton dijo que el Ártico es un «tesoro único» y «el riesgo de las perforaciones no merece la pena». Después, durante una ronda de preguntas de la prensa en Nevada, dijo que Estados Unidos debería centrarse en fuentes de energía renovables más limpias, en lugar de arriesgarse a «posibles catástrofes en la búsqueda de más petróleo».
Es importante reconocer que la web de campaña de Clinton incluye algunas políticas climáticas muy buenas que seguramente no le hacen ninguna gracia a los que contribuyen en su campaña. En la web hay toda una página dedicada al cambio climático, que abre con una rotunda declaración de intenciones: «No dejaré que nadie nos retrase ni que nuestra economía se pierda los beneficios de un futuro con energía limpia, ni forzar que nuestros niños sufran de los efectos del cambio climático». A continuación, la página desgrana una serie de ambiciosas medidas que permiten imaginar, al menos sobre el papel, una política medioambiental que sigue los pasos de Obama.
Claro que el papel, como las webs, lo aguanta todo.