Los discursos del éxito

A pesar de que ya han pasado unos días desde las Convenciones de los partidos republicano y demócrata en las que los candidatos aceptaron su nominación, el impacto en la intención de voto y los mensajes emitidos todavía se siguen analizando.

Sin duda los discursos de Mitt Romney y de Barack Obama eran los momentos más esperados de cada una de las reuniones, aunque Clint Eastwood o Michelle Obama también consiguieran sus minutos de gloria con sus intervenciones. Dos discursos muy diferentes que también han tenido distinto impacto entre los votantes.

La parte numérica avanza lo que las encuestan dicen. El discurso de Barack Obama del pasado día 6 de septiembre concentró a 35,7 millones de espectadores delante de la televisión. Mientras que el de Mitt Romney del día 31 de agosto fue seguido por 30,3 millones, según los datos de Nielsen.

En lo referente a internet las cifras siguen esta tendencia. En YouTube 402.529 personas han visto el discurso de Obama en su canal oficial y 196.060 han accedido al de Romney en el canal de la Convención republicana. En Twitter se rompieron todos los récords cuando se publicaron 52.756 tuits por minuto en el momento que hablaba Obama, frente a los 14.289 tuits durante la intervención de Romney.

Unos datos que daban cierta ventaja a Obama y la reunión demócrata frente a la republicana, como demostró Gallup unos días más tarde con su clásica pregunta de si “lo que vio o leyó sobre una de las dos convenciones hace más o menos probable que vote por uno de los candidatos”. Para los que habían visto la demócrata, el 43% estaba más inclinado a votar a Obama, y el 40% de los que habían visto o leído sobre la republicana eran ahora más proclives a votar a Romney.

Aunque haya un claro ganador en los números y en las opiniones de los medios de comunicación en los últimos días, los discursos fueron muy distintos y no fueron los mejores de cada uno de ellos.

Obama, tras demostrar lo enamorado y orgulloso que está de su mujer, se posicionó por encima de Romney dejando claro que él es el Presidente, el que sabe qué se siente al mandar jóvenes a la guerra y el que sigue con la esperanza y el cambio en mente a pesar de que estén algo tocados. Se refirió a Romney como “mi oponente” nombrándolo sólo una vez y dedico parte de su discurso a comentar sus logros y a recuperar el entusiasmo que cuatro años atrás despertó entre la mayoría de la población.

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Por su parte Romney aprovechó sus 45 minutos de intervención para posicionarse como el líder que puede restaurar la promesa de Estados Unidos y el que puede capitanear una recuperación rápida y eficaz. Se dirigió a su rival en numerosas ocasiones, siempre cerca de palabras negativas como decepción o fracaso y aprovechó el resto para humanizarse con temas como la fe y la familia, haciendo referencias a su pasado mormón (sin decirlo explícitamente). Todo lo posible para mostrar que tiene corazón como el resto del mundo y no sólo es un frío millonario, como muchos se han empeñado estos meses en declarar.

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Con más o menor éxito en su discurso, los candidatos ya están sumergidos de lleno en la campaña electoral. Ya han empezado las guerras de anuncios, las entrevistas y la agenda completa de mítines. Habrá que esperar hasta el próximo 3 de octubre para ver qué ofrecen a los ciudadanos y cómo piensan hacerlo. Pero esta vez cara a cara, en el primer debate presidencial.

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