Europa cuenta con los EE.UU. para equilibrar la balanza ante Rusia en la cuestión ucraniana. Sin embargo, la política de “puesta a cero” de la administración Obama, y la, hasta ahora, tibieza de las autoridades comunitarias pueden acabar enquistando un conflicto que necesita de un alto grado de entendimiento entre todas las partes. Europa no puede abandonar a los ucranianos, pero tampoco puede oponerse al gigante ruso sin más.
En un reciente artículo, el profesor Alberto Priego apuntaba que, para algunos políticos ucranianos, lo que había empezado como una protesta por la retirada ucraniana del acuerdo con la UE y la consiguiente firma de un tratado comercial con Rusia, amenazaba con “convertirse en una guerra civil.” Acertaba el Dr. Priego al indicar que Europa, con su política de vecindad, se jugaba su credibilidad en una región cuyos países pueden cumplir, como Ucrania, los requisitos para incorporarse de forma paulatina a la Unión. La crisis ucraniana está convirtiéndose en un quebradero de cabeza para los dirigentes europeos. Sin embargo, la visita esta misma semana a Ucrania de Catherine Ashton, alta representante de Política Exterior de la Unión Europea, y las palabras del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, han sido la respuesta más contundente que la UE ha dado hasta el momento a las protestas pro-europeas que se vienen produciendo en ese país.
Las amenazas rusas ante lo que Moscú considera injerencias internacionales en los asuntos de Ucrania, ya han hecho saltar las alarmas al otro lado del Atlántico. Ante la congelación de parte de los fondos que Rusia iba a entregar al presidente ucraniano Yanukovich, tanto la UE como los Estados Unidos han prometido no dejar solo al pueblo ucraniano. Así lo reconocía el secretario de Estado John Kerry en la Conferencia de Seguridad de Múnich al afirmar que el mensaje de su país para la oposición de Ucrania sería el pleno apoyo del presidente Obama y del pueblo estadounidense. Un apoyo que, matizó rápidamente Kerry, necesitaba del entendimiento entre la UE, Rusia y los Estados Unidos. Ejemplificaba así el secretario estadounidense la actitud de “puesta a cero” (reset) seguida por la administración Obama hacia el líder ruso Vladimir Putin y que algunos han tachado de eufemismo para esconder una política de apaciguamiento.
La crisis de Ucrania necesita del diálogo que Kerry reclama. En un país dividido lingüística e ideológicamente, imponer una de las tesis ahora enfrentadas, la pro-rusa o la pro-europea, sin contar con el gobierno de Kiev y su aliado ruso puede acabar en trágicas consecuencias. De igual manera, que Yanukovich y su socio Putin no consideren las demandas de los manifestantes de la Plaza de la Independencia terminará rompiendo la política de apaciguamiento antes referida. Nadie quiere un enfrentamiento armado entre filo-rusos y filo-europeos, aunque por lo que ahora mismo está ocurriendo en Ucrania parecería lo contrario. En estos momentos en que es necesario un entendimiento, Europa y Estados Unidos tienen la obligación de escuchar a ambas partes; pero también la de hacerse oír.