La tensa relación que parece existir entre la comunidad negra y los cuerpos de seguridad nos deja episodios que desde el pasado verano están ocupando las cabeceras de los telediarios de todo el mundo. Desde esos informativos se nos trasmite una imagen de los cuerpos de seguridad estadounidenses como violentos y racistas. Una generalización que es segura para unos y no lo es tanto para otros.
Tengo la suerte de contar entre mis allegados con miembros de los distintos cuerpos de seguridad del Estado de España. Algunos de ellos son amigos de toda la vida, a los que conozco como personas corrientes cuando no llevan uniforme. Nunca he observado en ellos atisbo alguno que les pueda definir como personas violentas o que pierdan la calma de forma innecesaria ante cualquier contrariedad. Acaso por la profesión que ejercen, en su trato son los más amables, lo más respetuosos y los más dispuestos. Características todas que, a buen seguro, también mantienen mientras se juegan la vida en sus interminables horas de servicio. Al igual que yo, miles de estadounidenses tendrán amigos dentro de los cuerpos policiales que hay por aquel país. Para ellos, y para muchos otros conciudadanos, pensar que estos funcionarios puedan ser agresivos, racistas, y que la vida humana no les importe es inconcebible. Sin embargo, mientras que en España la brutalidad policial se reduce a unos cuantos casos aislados, en los Estados Unidos estos actos de excesivo celo policial se suceden mes a mes, transmitiendo una imagen de la policía estadounidense muy alejada de la última razón de su existencia: proteger y servir.
Desde el pasado mes de agosto, las noticias sobre la brutalidad policial en Estados Unidos no han dejado de sucederse. La última, la muerte del joven negro Freddie Gray en Baltimore, ha vuelto a sacar a las calles a miles de manifestantes que acusan a los cuerpos de seguridad de racistas y violentos. Seis policías han sido acusados por ese homicidio. Son tres blancos y tres afro-americanos –uno de ellos una mujer. Maryland no es nada más que un ejemplo de lo que está ocurriendo en todo el país. Tan solo en lo que va de año, 398 personas han muerto en circunstancias en las que estaban involucrados agentes del orden. La pregunta que nos hacemos muchos a este lado del Atlántico es por qué se producen tantas agresiones en las que, de una manera u otra, participan policías y que pueden acabar en la muerte del sospechoso.
A mi entender son cuatro las principales razones: (1) Por un lado Estados Unidos es un país donde se permite la utilización de armas. Es un derecho constitucional al que muchos estadounidenses no quieren renunciar. Prefieren estar armados precisamente porque los “criminales” también lo están. Ante esta circunstancia, los agentes prefieren disparar ante cualquier situación que pueda poner en peligro su propia vida. (2) Los cuerpos policiales están muy militarizados. De hecho, el propio presidente Obama ya sugirió que se debería comenzar un proceso de desmilitarización de las fuerzas del orden. (3) Tan solo 1 de cada 3 agentes es condenado cuando se ve envuelto en un incidente de brutalidad o violencia porque muchos casos ni se investigan. Existe cierta impunidad judicial para esos oficiales. Y (4) Existe todavía una generación bastante racista dentro de la policía con demasiados estereotipos sobre ciertos grupos raciales o étnicos minoritarios.
Hace unos días me contaban la siguiente anécdota: un empresario español viajaba por Estados Unidos acompañado por una colega estadounidense. En un descuido, atravesó con su coche de alquiler una vía urbana a más velocidad de la permitida. Al poco la policía de tráfico le dio el alto. Su acompañante le pidió varias veces que dijera sí a todo lo que el oficial le preguntase. Así lo hizo. El oficial, tras ver que el ciudadano español aceptaba compungido su error, le dijo que la sanción por exceso de velocidad le podía incluso acarrear pena de cárcel. “Pero no le voy a sancionar” –dijo el policía. “Vuelva a su país y cuénteles que no somos tan malos como nos muestran en televisión”. Puede que no todos los policías sean violentos y racistas; pero la actitud de unos pocos está contaminando a todos los cuerpos.