A lo largo del día de ayer, día 12 de octubre, se celebraron en diferentes lugares de España y América las festividades en conmemoración de la llegada de Cristóbal Colón a la isla de Guanahani en 1492. Llamada Fiesta Nacional en España, Día de la Hispanidad en múltiples países de Latinoamérica o Columbus Day en los Estados Unidos, desde el siglo XVIII se ha ido imponiendo como festividad oficial en los diferentes países por los cuales el legado hispánico se extendió en el continente americano. Es en 1937 cuando el presidente Roosevelt, alentado por la comunidad italoamericana y católica, le otorga a la festividad un carácter federal en los Estados Unidos. La llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo es, sin duda, uno de esos momentos estelares de la Humanidad en el que dos mundos, el viejo y el nuevo, se encontraron para bien y para mal.
La festividad del 12 de octubre ha estado siempre rodeada de polémica y comunes son los críticos a este lado y al otro del Atlántico que aluden a la abolición del llamado “Día del genocidio”. En diferentes estados de la Unión Americana se debate la conveniencia o no de cambiar el día de la celebración, al menos en su denominación, a “Día del nativo americano” o “Día de los indígenas”. La celebración de un acontecimiento que causó el mayor genocidio de la historia de la humanidad no puede ser celebrada con desfiles, alardes y ornamentos. La polémica en nuestro país ha sido también dura y encarnizada, desde las ausencias políticas a las reivindicaciones de la fiesta como símbolo patrio y respeto de los emblemas nacionales. Desde el punto de vista político y cultural son cada vez más lo que a través de las redes sociales claman por la eliminación de un día simbólico que puso en contacto sangriento a dos partes del globo hace quinientos años.
Esta polémica invita a una reflexión más seria y a poner los términos que empleamos encima de la mesa. En los años previos a la celebración del quinto centenario del descubrimiento, con todos los actos que se preparaban en España y en especial la celebración de la exposición Universal de Sevilla en 1992; el escritor y premio Cervantes de Literatura (2004), Rafael Sánchez Ferlosio, reflexionaba sobre la conveniencia o no de la celebración de tan patriótico acto escribiendo una serie de artículos e impartiendo conferencias[i] que culminaron en 1994 con la publicación de un volumen titulado Esas Yndias equivocadas y malditas[ii]. La interesante reflexión de Sánchez Ferlosio residía en el empleo de una teoría de la historia en los más puros términos kantianos y hegelianos que empezaba a ser poco común en la historiografía contemporánea. La historia, decía Cervantes[iii], es la madre de la verdad y, precisamente por ello, Ferlosio la convierte en la verdadera culpable de las acciones de sus hijos malogrados.[iv]
Piensen por un momento las consecuencias de esta concepción de la historia universal para el descubrimiento y posterior conquista y colonización de América. Si la historia en su devenir es la diosa en nombre de la cual sus hijos actúan, Sánchez Ferlosio elimina la responsabilidad de los sujetos particulares en ese devenir histórico. Por lo tanto, la historia universal es en sí misma el motor de los acontecimientos humanos y se expresa a través de toda la Humanidad que se mueve y actúa sedienta de poder y dominación (Toda historia universal es la historia de la dominación) de unos pueblos sobre otros. La historia, esa misma diosa bajo cuyo nombre se ocultan el Yavhé, señor de los ejércitos que enarbolaban los conquistadores o el Huitzilopochtli que exigía sacrificios humanos en lo alto del templo mayor de Tenochtitlán; la mismísima historia como el caballo de Atila que exige a los hombres el sacrificio de sí mismos y de los otros en los altares del progreso; la historia que nos ha llevado al descubrimiento del otro para su posterior despedazamiento y destrucción.
Ayer 12 de octubre, el alcalde de Cádiz, Jose María González “Kichi”, escribía en el diario Público un artículo titulado “Repensar la Historia, recuperar la memoria” en el que exhortaba a repensar los conceptos de “descubrimiento” y “encuentro de culturas” que se esgrimen para justificar la efeméride colombina. Estas afirmaciones, junto con la constatación de que “la historia de los imperios ha teñido ríos de sangre, desde el Nilo hasta el Mekong, pasando por el de la Plata”, están en la línea de las ideas que planteaba Sánchez Ferlosio hace más de veinte años, pero confunde “Kichi” la necesidad de elaboración de una historia de los vencidos en contraposición a una historia de los vencedores pues redunda esta dualidad en la afirmación de los sujetos como agentes y no como pacientes de la historia en sí misma. Afirma Ferlosio sobre una historia de los vencidos: “Esta segunda sería, en cuanto historia, tan falsa e ingenua como la primera, a la que trataría de confutar, pues el nominalismo positivista igualmente implicado en las palabras «vencidos» o «vencedores», que entendería las cosas como si los sujetos empíricos fuesen los únicos protagonistas efectivos, escamotearía la percepción teórica fundamental: que el verdaderamente malo es Dios, o, lo que viene a serlo mismo, la historia universal”.[v]
Con todo esto la responsabilidad no toma una vía de fuga y se diluye sin nombres concretos. No es Cortés, no es Colón, no es Pizarro si no que, en tanto la historia universal es la responsable del devenir de sus hijos nos hace a todos partícipes, por permisividad, por silencio y por “seguir la corriente” de todos y cada uno de los acontecimientos de la historia universal. La humanidad es responsable y tal vez sólo un cambio radical en la concepción de nuestro papel en el mundo nos eximirá de celebrar a medias ningún acontecimiento, dramático o épico de nuestra historia, esa madrastra que sacrifica a sus hijos en las aras de hermosas palabras “progreso” “responsabilidad” “evolución” en sentido proyectivo pero no vitalista. Cierra Sánchez Ferlosio un capítulo de “Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado” lanzando una perorata contra esta historia madrastra que maldice a los hombres:
Más por lo poco que sé, creo que tan siquiera el mismo Hegel, de quien se dice haber llegado a conocerla íntimamente, se haya atrevido, al menos un día de malhumor, a llamar hija de puta a la historia universal, tal como, de creerle a él, se tenía mucho más que merecido[vi].
El descubrimiento y conquista de América fue uno de los jalones de esa historia equivocada y maldita creada con nuestro silencio y conformismo.
[i] Sánchez Ferlosio, Rafael. «Cinco siglos de historia y desventura / 1«. EL País, 13 junio 1983. Sánchez Ferlosio, Rafael. «Cinco siglos de historia y desventura / 2«. El País, 14 junio 1983.
[ii] Sánchez Ferlosio, Rafael. Esas Yndias equivocadas y malditas. Comentarios a la Historia. Barcelona: Destino, 1994. Print.
[iii] Don Quijote cap.IX
[iv] Un interesante resumen y crítica de la teoría de Sánchez Ferlosio está en: Castilla Urbano, Francisco. «El mal de la Historia: El descubrimiento de Rafael Sánchez Ferlosio«. Revista de Indias, vol LVI, núm. 206. (1996).
[vi] Sánchez Ferlosio, Rafael. Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado. Alianza, 1986. C.XXII p. 48.