Un fenómeno editorial en Estados Unidos explica esa herramienta más política que judicial diseñada para exigir responsabilidades a los presidentes que abusen de su privilegiada posición.
No es muy habitual que los libros académicos trasciendan mucho más allá de su torre de marfil cimentada en ideas para convertirse en best sellers y alimentar el debate público. En esa meritoria categoría editorial, que tan bien sabe aprovechar el velcro de la actualidad y la opinión pública, habría que hacer sitio para el breviario que no llega a doscientas páginas escrito por el constitucionalista Cass R. Sunstein, profesor de la Universidad de Harvard. Con el título de Impeachment: A Citizen´s Guide, se podría pensar que es un panfleto de tantos a favor de sacar cuanto antes a Donald Trump de la Casa Blanca. Nada más lejos de la realidad de este meritorio volumen, donde ni tan si quiera aparece una sola vez citado el nombre de Trump.
Como no podría ser de otra forma, Sunstein se remonta al diseño constitucional de 1787 y la obsesión de los Founding Fathers por evitar la concentración y el abuso de poder a través de un ejemplar sistema de checks & balances. El autor detalla cómo a partir de la tradición inglesa se trasplanta y redefine esta herramienta, mucho más política que judicial, para poder exigir responsabilidades al presidente de Estados Unidos.
El impeachment, por tanto, tiene sentido ante la opción de una presidencia unitaria adoptada durante el gran debate constitucional celebrado en Filadelfia hace más de dos siglos, en un tiempo en el que el mundo era gobernado por monarquías absolutas o autócratas. Es decir, un mundo en el que las alternativas para cambiar la estructura de poder incluían la violencia, ya que casi siempre había que cortar el cuello a alguien para poder pasar página.
Con el objetivo de que la original figura del presidente de Estados Unidos resultase aceptable en una nueva nación empeñada en avanzar por la senda del republicanismo igualitario, se habilitó el impeachment. Dentro de las legítimas reglas de auto-gobierno, sin caer tampoco en un atajo para ajustar cuentas entre rivales políticos, se estipuló la opción de poder prescindir de aquellos futuros ocupantes de la Casa Blanca que abusaran de su privilegiada posición.
Sunstein argumenta que, a pesar del cíclico interés desbordado entre la opinión pública y publicada de Estados Unidos, el impeachment se presta a interpretaciones equívocas. A su juicio, los tres principales malentendidos serían:
- Cuando un presidente es sometido a un impeachment, tiene que abandonar su cargo. Bajo los términos explícitos de la Constitución de Estados Unidos, solamente la Cámara de Representantes, por mayoría simple, puede iniciar este proceso de enjuiciamiento político. Esta decisión traslada la responsabilidad del impeachment al Senado, que bajo la presidencia del magistrado-jefe del Tribunal Supremo deberá de enjuiciar los cargos remitidos. El umbral en la Cámara Alta para conseguir un veredicto de culpabilidad y el consiguiente cese resulta deliberadamente alto: una mayoría de dos tercios. Y, de hecho, en los dos únicos casos de impeachment consumados en la historia presidencial de Estados Unidos (Andrew Johnson, el sucesor de Lincoln; y Bill Clinton) no se alcanzó un veredicto de culpabilidad mientras que Richard Nixon optó por dimitir al inicio del proceso de acusación en el seno del Comité Judicial de la Cámara Baja. En cualquier caso, los presidentes sometidos a impeachment pueden seguir desempeñando sus funciones hasta no ser convictos e inhabilitados por el Senado.
- El impeachment es un acto totalmente político y la Cámara de Representantes puede proceder contra un presidente cuando así lo considere. La Constitución en su artículo segundo, sección cuarta, establece de forma explícita: “El Presidente, el Vicepresidente y todos los funcionarios civiles de los Estados Unidos serán separados de sus cargos al ser acusados y declarados culpables en Juicio Político, de traición, cohecho u otros delitos y faltas graves”. Según insiste el profesor Sunstein, “Treason, Bribery, or other high Crimes and Misdemeanors” constituye un criterio jurídico específicamente dirigido a restringir las causas de impeachment y el poder acusatorio de la Cámara Baja. Treason y bribery son delitos claramente tipificados pero la expresión “high Crimes and Misdemeanors” es menos clara. Según las explicaciones de Alexander Hamilton se trata del “abuso o violación de la confianza pública”, lo que a nivel de la Casa Blanca significaría el abuso o mal uso del poder presidencial. La Cámara Baja no puede simplemente iniciar un proceso de impeachment por sus desacuerdos políticos con el presidente.
- El presidente puede ser sometido a impeachment solamente si ha cometido un delito. Aunque “high Crimes and Misdemeanors” suena a violaciones del código penal, cuando por ejemplo un presidente incumple sus obligaciones fiscales (tal y como se acusó al presidente Nixon de no pagar 400.000 dólares al Fisco americano), no está cometiendo necesariamente una ofensa que amerite un juicio político. Bajo la Constitución de Estados Unidos, la clave del impeachment está en el abuso o mal uso del poder presidencial. Para cometer delitos fiscales no hace falta ser presidente. Al mismo tiempo, un presidente puede ser sometido a impeachment por diversas violaciones de la confianza pública que no necesariamente se encuentran tipificadas como delito.
En definitiva, el impeachment no es un recurso para aquellos que han perdido unas elecciones o cuestionan con toda vehemencia las decisiones tomadas en el despacho oval. Según el profesor Cass R. Sunstein, se trata un recordatorio constitucional de que en el gigante americano, el poder reside en We the People y que, según la clásica anécdota de Benjamin Franklin con la que arranca este libro, Estados Unidos es una república siempre que sus ciudadanos sean capaces de mantenerla.