A excepción de Richard Nixon, que había renunciado a su cargo en 1974, Donald Trump se convertirá mañana en el primer mandatario saliente que no asista a un acto de investidura desde 1869. Anteriormente, en los siglos XVIII y XIX, no habían asistido al tradicional acto los expresidentes John Adams (elecciones de 1800), John Quincy Adams (1824) y Andrew Johnson (1868).
Se suele considerar que la de 1800 fue la primera elección presidencial reñida, pero en realidad no hubo debates entre los dos candidatos favoritos. Uno de ellos, Thomas Jefferson, había decidido presentarse, pero lo hizo con el ánimo prepotente de que, sin correr, llevado en andas por sus propios méritos, pudiera ganar la “carrera”, así que permaneció tranquilamente en Monticello. Por su parte, su rival, el sucesor de Washington y segundo presidente John Adams, había perdido todos los dientes y no podía pronunciar discursos.
Aaron Burr, fundador del partido Demócrata-Republicano en Nueva York, resolvió la carrera maniobrando desde Tammany Hall, logrando el triunfo en el estado clave. En consecuencia, Jefferson ganó a Adams por 73 a 65. El problema para Jefferson es que Burr había obtenido el mismo número de votos que él, lo que hizo que fuese la Cámara de Representantes la que eligiera presidente. Tras no pocos cabildeos, intrigas y tejemanejes, los federalistas votaron por Jefferson, que fue proclamado presidente con Burr como vicepresidente. En la madrugada del día de la investidura, el 4 de marzo de 1801, John Adams abandonó discretamente la Casa Blanca, de la que había sido primer inquilino durante apenas cuatro meses.
En las presidenciales del 9 de noviembre de 1824, John Quincy Adams, hijo del segundo presidente, concurrió con otros tres candidatos: el presidente de la Cámara de Representantes Henry Clay, el secretario del Tesoro William H. Crawford, y el senador Andrew Jackson. Los votos populares resultantes de las elecciones fueron: Jackson (41 %), Adams (31 %) y Clay (13 %). Crawford, que para entonces estaba fuera de combate por haber sufrido un ictus, fue el menos votado (11 % del sufragio popular).
En el Colegio Electoral las cosas resultaron diferentes: Jackson obtuvo 99 votos, Adams 84, Crawford 41 y Clay 37. De acuerdo con la 12ª enmienda, como ninguno tenía mayoría absoluta en el Colegio Electoral, los congresistas debían decidir en la Cámara de Representantes a qué candidato de los tres más votados otorgarían el voto de su respectivo estado.
Aunque Clay había quedado en cuarta posición y no podía ser elegido, tenía mucho poder como presidente de la Cámara. Como odiaba el populismo de Jackson y compartía la posición de Adams en cuanto a política arancelaria y de obras públicas, convenció a la Cámara para que votara por este, que fue elegido el 9 de febrero de 1825 en primera votación con el apoyo de trece estados; siete apoyaron a Jackson y cuatro a Crawford.
La victoria de Adams enfureció a Jackson, que había ganado en voto electoral y popular, y esperaba ser elegido presidente. Los demócratas jacksonianos se sintieron estafados. La forma en la que Adams ganó la presidencia fue siempre una carga durante su mandato y resultó decisiva en su derrota en las feroces elecciones de 1828, en las que, esta vez sí, Jackson se hizo con la presidencia por goleada.
John Quincy Adams dejó el cargo el 4 de marzo de 1829 y no acudió a la investidura de su sucesor, que lo había desairado al no hacer pública una tradicional nota de cortesía agradeciendo al presidente saliente su dedicación al cargo. Después de su padre, Quincy Adams se convirtió en el segundo de los tres presidentes que decidieron no acudir a la investidura de su sucesor. El siguiente sería Andrew Johnson.
Después del asesinato de Abraham Lincoln, de quien había sido vicepresidente, Andrew Johnson ocupó el cargo del decimoséptimo presidente, entre 1865 y 1869. Curiosamente, era militante del partido Demócrata, pero el republicano Lincoln lo había elegido vicepresidente en aras de la reconciliación. Natural de Tennessee, Johnson había sido el único senador del sur que se mantuvo fiel a la Unión.
Asumida la presidencia, intentó continuar con las políticas de reconciliación de Lincoln, pero carecía del poder moral del presidente asesinado. Sus choques con los republicanos radicales, que lo consideraban demasiado indulgente con el Sur, fueron a más. Cuando Johnson desafió la ley que le impedía cesar secretarios del Gabinete sin autorización del Capitolio, decidieron sacarlo de la Casa Blanca.
En 1868 fue el primer presidente en ser enjuiciado por un impeachment. La experiencia no resultó edificante. Durante el proceso, Johnson fue víctima de un torrente de injurias personales, entre ellas una acusación según la cual planeaba usar el departamento de Guerra como plataforma para dar un golpe de Estado a su favor y otras muchas disparatadas.
Fue absuelto por un solo voto en el Senado. El proceso coincidió con la campaña electoral. Johnson estaba tan enemistado con su partido que ni le nombró candidato. Con esos antecedentes, tenía sobradas razones para no asistir a la ceremonia de investidura de su sucesor elegido por los republicanos: Ulysses S. Grant.