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Asaltar el skyline de Nueva York

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¿Qué significado político tiene la derrota de las opciones más a la izquierda del Partido Demócrata en sus relevantes primarias para la alcaldía de Nueva York?

Las primarias del Partido Demócrata en Nueva York, parafraseando a la mamá de Forrest Gump, son como una caja de bombones: nunca se sabe lo que te va a tocar. En junio de 2018, una joven hispana de 28 años llamada Alexandria Ocasio-Cortez se merendó a Joe Crowley, un político profesional –americano-irlandés para más escarnio– elegido y reelegido diez veces consecutivas para un escaño en la Cámara de Representantes.

            La victoria de Ocasio-Cortez, presentada un terremoto político y una beligerante rebeldía contra la Administración Trump, supuso un repudio para el establishment del Partido Demócrata. Y también un símbolo del ímpetu de su ala más izquierdista del partido tras el periodo Clinton-Obama dominado por la triangulación, el pragmatismo y la moderación. Tres años más tarde, toda aquella ilusión “socialcomunista” representada por Ocasio-Cortez a la sombra de Bernie Sanders ha tropezado en su asalto al skyline de Nueva York.

            En las primarias celebradas el pasado martes 22 de junio, para entre cosas elegir al candidato oficial del Partido Demócrata a la alcaldía neoyorquina, se ha impuesto con una significativa ventaja el afroamericano Eric Adams, antítesis del postureo antisistema que ha encontrado acomodo en las filas demócratas. Este capitán jubilado de la policía municipal de Nueva York ha hecho la clásica campaña de “law and order”, prometiendo encarar el grave problema de criminalidad que sufren desde hace un año las grandes ciudades americanas.

            Maya Wiley, la rival más progresista de Adams, había prometido recortar mil millones de dólares del presupuesto policial de Nueva York en contraste con la propuesta del ganador de poner más agentes en las calles de la Gran Manzana como respuesta al problema de inseguridad ciudadana. Con todo, Wiley había recibido el respaldo de Ocasio-Cortez dentro de un esfuerzo por conseguir introducir en la capital oficiosa del mundo la agenda más hacia a la izquierda del Partido Demócrata.

            Aunque la consulta celebrada en Nueva York no era más que unas primarias, el ganador tiene casi todas las papeletas para liderar la ciudad más populosa de Estados Unidos en las elecciones de noviembre, en base a la abrumadora mayoría de votantes demócratas entre los neoyorquinos. Y el pulso ha tenido una dimensión nacional como reflejo de las tensiones internas entre progresistas y moderados del Partido Demócrata, con su correspondiente impacto en la gestión de la Administración Biden.

            De hecho, entre los factores que empiezan a desgastar el desembarco de Biden de la Casa Blanca destaca el aumento de la criminalidad en las grandes ciudades de Estados Unidos. Para hacerse una idea, los asesinatos perpetrados en Nueva York aumentaron el año pasado un 43 por ciento. Con una situación todavía peor en Chicago, que está a punto de superar su plusmarca de violencia de 1974 con casi un millar de víctimas mortales. Y aunque el nuevo presidente no tiene responsabilidad directa en estas cifras, el tema ya se ha politizado entre temores más que justificados a un largo y sangriento verano.

            La derrota de las opciones más progresistas en estas primarias tiene especial relevancia porque las próximas municipales de Nueva York se presentan como las más trascendentales en una generación. La ciudad intenta recuperarse de una pandemia que ha matado a más de 33 000 de sus residentes, ha conseguido diezmar sus pequeñas empresas y ha multiplicado todavía más sus profundas desigualdades.

            Es verdad que si por algo se caracteriza la ciudad Nueva York es por su resiliencia. Y también es cierto que Estados Unidos en general tiene necesidad de una profunda reforma de sus fuerzas policiales y hacer frente a todo su historial de brutalidad. Pero también es verdad que tanto perroflautismo, y ocurrencias como la de disolver o reducir los presupuestos de las fuerzas policiales, puede ser la mejor forma de conseguir la reelección de Trump en noviembre del 2024.

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