Cuenta la leyenda que fue Margaret Herrick, hacia 1931 directora ejecutiva de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos (AMPAS por sus siglas en inglés), quien bautizó al mito. Cuando le acercaron la estatuilla con forma de Apolo calvo y circunspecto, exclamó: “¡Qué parecido a mi tío Óscar!”. Lo que nadie podía pensar es que esa estatuilla dorada (modelada en metal de Britania, aunque fue de yeso durante la Segunda Guerra Mundial, en simbólica solidaridad con el racionamiento de metal con fines bélicos) se convertiría en la protagonista de un ritual pagano iniciado en 1929, cuyos feligreses veneramos y que esta noche cumplió su nonagésimo cuarta edición: de hecho, nadie habla de “Premio de la Academia”, a menos que quiera pasar por erudito. El nombre es Óscar.
España como tal participó en numerosas ediciones de la ceremonia, ganando el codiciado Óscar a la mejor película en lengua extranjera (que actualmente se entrega “a la mejor película internacional”, por cuestiones de marketing) en cuatro ocasiones, lo que la ubica tercera en el podio detrás de Francia e Italia: Volver a empezar (José Luis Garci, 1982), Belle époque (Fernando Trueba, 1993), Todo sobre mi madre (Pedro Almodóvar, 1999) y Mar adentro (Alejandro Amenábar, 2004). Una adecuada relación de todos los nominados en una cantidad ingente de categorías artísticas y técnicas excedería con mucho la extensión de estas líneas, pero es de rigor mencionar a algunos:
– El doble galardonado Gil Parrondo, quien obtuvo el Óscar a la mejor dirección artística por Patton (Franklin J. Schaffner, 1970) y también por Nicolás y Alejandra (Nicholas and Alexandra, Franklin J. Schaffner, 1971).
– El enorme Luis Buñuel, quien bajo bandera francesa se hizo con el Óscar a la mejor película en lengua extranjera por El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de la bourgeoisie, 1972).
– El gran Néstor Almendros, barcelonés afincado en Cuba, quien a pesar de recibir varias nominaciones tuvo su merecido gracias a Días del Cielo (Days of Heaven, Terrence Malick, 1978).
– Párrafo aparte merecen nuestros dos de “nuestros” protagonistas de la noche, a la vez que pareja: Javier Bardem, ganador en 2007 del Óscar al mejor actor de reparto por No es país para viejos (No Country for Old men, Joel y Ethan Coen) y Penélope Cruz, galardonada con el Óscar a la mejor actriz de reparto por Vicky, Cristina, Barcelona (Woody Allen, 2009).
España no es una revelación, como vemos. Y precisamente esta noche fue una gala plagada de sorpresas. Apuntemos algunas:
– Para empezar: la quizá decepcionante travesía de El poder del perro (The Power of the Dog). Una de las grandes promesas de la noche. Con doce nominaciones, esta auténtica joya del wéstern dramático solamente se quedó con el Óscar al mejor director, que la neozelandesa Jane Campion recibió de manos de Kevin Costner.
– CODA, la revelación. Esta comedia (adaptada de una película francesa) que narra las desventuras de una hija de padres sordos (de ahí el título: Child of Deaf Adults) fue recibida calurosamente por la crítica especializada y se hizo con tres premios para su directora Sian Heder: mejor película, mejor actor de reparto (Troy Kotsur, el primer actor sordo en ganarlo) y mejor guion adaptado.
– Will Smith, ese del que nadie duda ya. Grandísimo intérprete, aunque visto con desdén desde ciertos sectores pretendidamente intelectuales, el actor nacido en Filadelfia subió al escenario para que John Travolta, Samuel L. Jackson y Uma Thurman lo premiasen con el Óscar al mejor actor por su fidedigno retrato de Richard Williams (el padre de las tenistas Venus y Serena) en El método Williams (King Richard, Reinaldo Marcus Green).
– Jessica Chastain, una intérprete excepcional y alejada del estereotipo de la cara bonita, justa ganadora del Óscar a la mejor actriz por su rol en Los ojos de Tammy Faye (The Eyes of Tammy Faye, Michael Showalter), la alucinante biopic que cuenta la historia del personaje que da nombre al título, la polémica presentadora televisiva evangelista Tamara Faye Messner.
– Nuestro desengaño. Javier Bardem y Penélope Cruz, como dijimos, nominados a mejor actor y mejor actriz por Ser los Ricardo (Being the Ricardos, Aaron Sorkin) y Madres paralelas (Pedro Almodóvar), respectivamente. A ellos se suma Alberto Iglesias. El magnífico compositor vasco, habitué de Hollywood, perdió frente al legendario Hans Zimmer, que sumó una de las estatuillas obtenidas por Dune, en este caso la de mejor banda sonora.
– El orgullo español. No fue una noche de manos vacías para nuestro país. En una categoría muy difícil para los extranjeros, el madrileño Alberto Mielgo (de prolífica trayectoria en Hollywood) y su compañero Leo Sánchez ganaron el Óscar al mejor cortometraje animado por El limpiaparabrisas (The Windshield Wiper), una profunda y filosófica mirada sobre el amor y sus vicisitudes.
– Dune. Pretenciosa y sobrevalorada, el remake dirigido por Denis Villeneuve arrasó con seis Óscar, casi todos ellos de corte técnico: el ya mencionado de Hans Zimmer sumado a mejor sonido, mejor fotografía, mejor diseño de producción, mejor montaje y mejores efectos visuales.
Escrito por Eduardo Fort (@EddieFort), estudiante de doctorado en Estudios Norteamericanos del Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Originario de Buenos Aires y apasionado de la cultura estadounidense en general y del cine, literatura y cultura popular en particular.