En apenas seis meses se cumplirán los primeros diez años del comienzo oficial del Trumpismo. El 16 de junio de 2015, un enjambre de flashes rodeó al multimillonario en el anuncio de su candidatura a la Casa Blanca. El personaje no pasaba desapercibido. Llevaba desde los años 70 auto-esculpiendo su imagen de empresario eficiente. Su fama creció aún más tras su papel como presentador del programa televisivo El Aprendiz, en el aire desde 2004. Con un arranque musical pegadizo, Trump animaba a los telespectadores a seguir sus pasos. “¿Acaso no queréis ser millonarios como yo?”, era el mensaje que destilaba la entradilla del show. El recado se coló en millones de hogares estadounidenses. Sencillo, directo, al grano. Muchos comenzaron a creer que Trump podría, efectivamente, mejorar sus vidas.
Pese a ello, la victoria de Trump sobre Hillary Clinton en noviembre de 2016 sorprendió a propios y extraños. Transcurrida casi una década, ¿cabe aún margen para la sorpresa con el histriónico dirigente? ¿Será el Trump.2 más disruptivo que la versión 1? Teniendo en cuenta la imprevisibilidad del personaje, todo puede ocurrir. No obstante, ahí van una serie de consideraciones.
- Es probable que su retórica aislacionista tope con intereses económicos
Trump no inventó el America First. Es un logo casi tan viejo como la propia nación estadounidense.[1] Desde finales del siglo XVIII fueron configurándose las dos “almas” de la política exterior estadounidense. De un lado, propensión a intervenir más allá de sus fronteras; del otro, introspección interior y desapego respecto a lo que pudiera suceder en otros países.[2] Dos caras de la misma moneda que han ido alternándose, en ciclos no exentos de contradicciones y situaciones mixtas. En términos de geopolítica global, Trump apostará probablemente por el repliegue. Pero es complicado cortar amarras con el mundo de un día para otro, como pudiera entenderse de sus palabras. No pocos observadores consideran que Trump obvia las complejidades e interdependencias de la economía de Estados Unidos, cuya base radica, en gran medida, en su proyección más allá de las fronteras nacionales. Un porcentaje elevado del PIB estadounidense depende del comercio exterior.[3] Es verdad que el mercado interior es grande, y con alto poder adquisitivo: más de 330 millones de compradores. Pero las empresas estadounidenses tienen una capacidad productiva mucho mayor.
- ¿Revival “Monroista”, en clave Trumpista?
En diciembre de 1823, el presidente estadounidense James Monroe enfatizó la importancia de que no hubiese injerencias europeas en el hemisferio occidental. Su discurso en el Capitolio derivó en la muletilla “América para los americanos”. A comienzos del siglo XX, Theodore Roosevelt fue un paso más allá. Según su “Corolario”, Estados Unidos tendría el derecho de intervenir en los asuntos internos de otros países de la región, en teoría, para evitar la injerencia de potencias extranjeras; en la práctica, sirvió para justificar la invasión militar estadounidense de Nicaragua, Haití, etc.
En las últimas semanas, Donald Trump ha realizado declaraciones no exentas de polémica, planteando la idea de (re)nacionalizar el canal de Panamá y de anexionar Canadá. Que postee en su red social, Truth Social, la imagen que acompaña a este artículo podría parecer un gesto menor, una travesura más a la que nos tiene acostumbrados. Pero lo cierto es que es algo preocupante, salvando las muchas diferencias entre los dos escenarios… Imaginemos a Hitler garabateando el mapa de Polonia con los colores de la bandera alemana… También ha mostrado su deseo de hacerse con Groenlandia. No parece casual que Donald Trump Jr. se pasease por este último territorio, perteneciente a Dinamarca, alegando una visita turística, horas antes de que su padre declarase la importancia de ese enclave para la “seguridad nacional de Estados Unidos”.
- ¿Mayor importancia de Latinoamérica en la política exterior estadounidense?
El nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado, y de Mauricio Claver-Carone como enviado especial (en el caso de que sean ratificados por el Senado) ha inspirado análisis en los que se responde en positivo a la pregunta anterior. El origen cubano de ambos no es baladí. Es probable que traten de tensar la cuerda con los regímenes dictatoriales de Cuba, quién sabe si con Nicaragua, y acaso también con la probable continuación madurista en Venezuela. Menos claro es que ambos puedan pilotar una política coherente, de conjunto, para el todo el espacio latinoamericano, tan vasto como dispar entre los países que lo constituyen.
Probablemente generaría efectos positivos para las partes. Sería la primera vez en muchísimo tiempo. Pero ¿de verdad se pueden superar los factores estructurales e inercias (path-dependency) de décadas?[4] Con todas sus debilidades e incongruencias, el último intento fue la Alianza para el Progreso, impulsada por el malogrado John F. Kennedy. La política posterior de Nixon supuso un regreso a las claves de la Administración de Eisenhower, en las que el gobierno estadounidense cedió la iniciativa a la empresa privada.[5]
Por todo lo anterior, me inclino a pensar que no habrá tal política homogénea para toda la región. Pero sí un especial interés por México, por dos asuntos: el tema migratorio y la espiral de muertes por fentanilo. La gráfica siguiente muestra la gravedad del problema.
Trump ha prometido mano dura, e incluso amenazado con perseguir directamente a los narcos, con despliegue militar incluido, aunque sea en forma de drones. Dada la magnitud de la tragedia es ciertamente comprensible que necesite mover ficha al respecto. Más complejo es vislumbrar una solución a corto plazo, si las necesarias medidas judiciales y represivas contra los narcotraficantes no vienen acompañadas con políticas de prevención en suelo estadounidense.
Sea como fuere, en todos los escenarios antedichos sobrevuela la sombra de China, real o imaginada. Aunque los incentivos de competencia ideológica de la Guerra Fría han desaparecido, sí está en juego la lucha por espacios de influencia geopolítica en el hemisferio. Oyendo a veces a Trump, da la impresión de que el país asiático lidera ya los flujos comerciales con todos los países latinoamericanos. Dato mata relato, ya sea exagerado o edulcorado. La gráfica siguiente ofrece un panorama más matizado.
No obstante, es cierto que China ha desarrollado estrechos vínculos económicos y de seguridad con muchos países latinoamericanos. Y que tales gráficas estaban mucho más inclinadas a favor de Estados Unidos hace veinte años.
Last but not least, cabe preguntarse si los funcionarios del organigrama diplomático estadounidense que tendrán que actuar sobre el terreno quedarán al margen de los recortes que anunció Trump durante la campaña electoral, y que asumió como cruzada propia el magnate twittero Musk. Durante su primer mandato, Trump arremetió con dureza contra el Departamento de Estado.[6] ¿Será capaz de anexionar Groenlandia, Canadá, Panamá, poner firme a México, al tiempo que reduce el cuerpo diplomático estadounidense? Parece la cuadratura del círculo. Y si no, ¿verdades alternativas? To be continued…
[1] Kupchan, Charles. Isolationism: A History of America’s Efforts to Shield Itself from the World. Oxford University Press, 2020.
[2] Ikenberry, John. “America’s Imperial Ambition”. Foreign Affairs, Vol. 81, No. 5, septiembre-octubre 2002, pp. 44-60.
[3] Haass, Richard. “Present at the Disruption How Trump Unmade U.S. Foreign Policy”. Foreign Affairs, Vol. 99, No. 5, septiembre-octubre 2020, pp. 24-34.
[4] Walt, Stephen. The Hell of Good Intentions: America’s Foreign Policy Elite and the Decline of US Primacy. Macmillan, 2018.
[5] Petersen, Gustav H. “Latin America: Benign Neglect Is Not Enough”. Foreign Affairs, Vol. 51, No. 3, 1973, p. 598.
[6] Rubin, Jennifer. “What Will Be Left of the State Department after Tillerson?”. The Washington Post, 28 de noviembre de 2017; Albright, Madeleine. “The National Security Emergency We’re Not Talking About”. The Washington Post, 29 de noviembre de 2017; Gramer, Robbie, Dan De Luce, y Colum Lynch. “How the Trump Administration Broke the State Department”. Foreing Policy, 31 de julio de 2017.