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Macron – Trump: política, grandeza y pasado

Macron & Trump

El viaje oficial del presidente Trump a la celebración de la fiesta nacional francesa se enmarca dentro de la intensa agenda diplomática implementada por Macron desde su llegada al Elíseo. Transcurridos apenas dos meses desde su investidura, el joven presidente francés ha devuelto a Francia a un papel activo dentro del complejo panorama internacional con posiciones bastante definidas en cuestiones capitales, como el futuro de la Unión Europea o la defensa del Tratado de París contra el cambio climático.

Este giro hacia una mayor relevancia de Francia en política exterior coincide con el proclamado repliegue de Estados Unidos en cuanto a sus compromisos internacionales, estrategia conducida desde un lenguaje áspero que ha sembrado un clima de mutua desconfianza entre aliados tradicionales. Y aun siendo manifiesto que la retórica aislacionista de Trump no ha supuesto un cambio significativo en posiciones estratégicas de anteriores administraciones –tal y como lo demuestra el apoyo militar a Japón y Corea del Sur o la ratificación del papel de la OTAN–, lo cierto es que la invitación a París por el presidente Macron llega en un momento clave: las posiciones a ambos lados del Atlántico se hallan tan enconadas –especialmente en asuntos como economía y cambio climático– que el trabajo conjunto en las últimas cumbres se ha reducido a cómo escenificar sin mayores perjuicios los desacuerdos fundamentales.

En este contexto, la iniciativa de Macron de invitar al matrimonio Trump con motivo de la conmemoración de la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial ha sabido propiciar un encuentro libre de agendas y compromisos internacionales; una recepción programada a la medida del invitado de honor que si bien tiene múltiples lecturas desde el punto de vista de las relaciones internacionales, ninguna debiera eclipsar lo que parece ser el hecho principal. La iniciativa de Macron busca evidentemente rebajar tensiones en un momento difícil entre aliados tradicionales, pero su acierto ha consistido en dejar intactas las diferencias políticas para recordar que los intereses habituales no constituyen el único elemento en torno al cual se componen alianzas; estas nunca se mostraron duraderas sin una disposición recíproca a la amistad. La amistad quizá no sea una factor determinante en el terreno estrictamente político –en contra de la sentencia del “decisionismo”– pero sin su concurrencia sería difícil siquiera imaginar la existencia de cuerpos políticos.

Con el rumbo fijado por Trump hacia un progresivo aislamiento internacional de Estados Unidos, la respuesta de Macron es inteligente y oportuna. Mucho se ha comentado sobre el carisma y personalismo que acompaña al estilo de hacer política de ambos dirigentes, lo que ha suscitado comparaciones entre lo que parecen ser dos figuras antagónicas: un joven con alta formación, defensor de los valores políticos europeos que ha sabido frenar al populismo más retrógrado, por oposición a un rudo hombre de negocios que ha atraído a la opinión pública desafiando la corrección política y entonando con todo descaro las viejas melodías de la “grandeza” y los mañanas que cantan. No obstante, la diferencia más relevante en cuanto al modo que ambos tienen de afrontar la política sería que Macron ha apostado por la persuasión, es decir, por atraer hacia sus posiciones al que piensa distinto (ya se trate de la ciudadanía u otros líderes políticos), mientras que el éxito electoral de Trump, así como su trato con otros mandatarios, se ha caracterizado por la intimidación, cuando no la humillación del interlocutor.

Lo que sí parecen tener en común tanto Trump como Macron es una inclinación irrefrenable hacia el protagonismo. A pesar de todo, en un momento en el que las ambiciones políticas sacan rédito agitando los extremismos, donde al pregón de la palabra “grandeza” se invoca al imaginario del hombre fuerte y autosuficiente, de la identidad nacional como elemento diferencial por oposición a los otros, cabe reconocer el gesto de ser hospitalario con el que piensa distinto.

Por último, de querer inquirir sobre el significado de la palabra “grandeza”, referida al ámbito político, es imprescindible dirigir nuestra mirada al pasado para encontrar en él ejemplos que procuren una reflexión acertada, sustento que abre a discernir entre ciertas actitudes políticas que hoy tenemos ante nosotros. A tal efecto, dentro de la conmemoración del acontecimiento histórico por parte de ambos aliados quizá sea oportuno recordar –lejos de actos solemnes frente a la tumba de Napoleón, cuya figura continúa asociándose a la “grandeza” del pasado de Francia– la actitud inicial y el posterior compromiso de Estados Unidos ante la barbarie de dos guerras mundiales originadas en Europa en menos de treinta años. Dando la espalda al pasado, sin la memoria de lo ocurrido, no se ve cómo distinguir la acción noble de aquella que corre hacia el desastre. Frente a las bravuconadas del presidente Trump y su afirmación de que “ya es hora de volver a ganar una guerra”, cabe recordar la política de no intervención practicada por Estados Unidos durante los primeros años de las dos guerras mundiales. Esta posición de no intervenir –con sus luces y sombras– no es exactamente lo mismo que “neutralidad”, ya que una tradicional amistad vinculaba a Estados Unidos a uno de los bandos en sendas contiendas. Abstenerse de intervenir militarmente no significa necesariamente desentenderse de los problemas del mundo.

No resulta difícil reconocer aquello que entiende el presidente Trump por “grandeza” con su admiración hacia líderes incuestionados y su retórica de nación agraviada dispuesta a ganarse el respeto en el exterior. En este sentido, convendría recordar que las guerras queemprendió Estados Unidos, como la de Vietnam o Irak en el presente siglo, lejos de traer grandeza, vinieron acompañadas del descrédito ante la opinión pública tanto a nivel nacional como internacional.

Escrito por Diego Ruiz de Assín Sintas, doctorando de Filosofía e historia de la UAH. Su principal línea de investigación se centra en la República estadounidense.

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