Algo está cambiando en el lenguaje de la clase política. Al margen de las opiniones que este fenómeno comunicativo pueda generar, el registro coloquial (para algunos quizá excesivo) se está instalando de forma muy cómoda en el discurso de nuestros políticos.
¿Cuál es el motivo de esta, para muchos, vulgarización del lenguaje de quienes nos representan? ¿Es positiva o negativa? ¿Forma parte de una estrategia pensada, un cambio de paradigma, o es tan sólo una moda?
El pasado jueves 18 de abril el presidente de los EE.UU., Donald Trump, publicaba un post en la red social Twitter, su preferida, haciendo uso de la imagen, tipografía y mensaje de la reconocida serie Juego de Tronos.
El motivo es que ese día William Barr, fiscal general de su administración, iba a publicar los resultados del informe de Robert Mueller sobre la posible conspiración entre el gobierno ruso y EE. UU. en las elecciones de 2016. Sin embargo, el presidente Trump decidió adelantarse a la publicación del informe y lanzar un mensaje al público en su cuenta de Twitter: «No Collusion. No obstruction. For the haters and the radical left democrats… Game Over«, señalaba el cartel.
Rápidamente, la cadena HBO se pronunció al respecto, porque no es la primera vez que Trump utiliza su cartelería y sus mensajes para acercarse a su electorado hablándoles en su idioma y llegar, así, más lejos con sus post en las redes sociales.
El portavoz del canal expresó su opinión al respecto en una entrevista con Bloomberg: «Entendemos el entusiasmo por Juego de Tronos ahora que ha llegado la última temporada, pero seguimos prefiriendo que nuestra propiedad intelectual no se use para fines políticos», señaló.
El Trump-style en política empieza a popularizarse también entre los políticos españoles, hasta ahora mucho más correctos y comedidos que el actual presidente de los EE. UU.
Según el editorial publicado por el diario El Periódico el pasado 29 de diciembre de 2018, titulado “Banalizar el lenguaje, huir de la política”, la creciente y actual polarización política es la que favorece el uso de este tipo de lenguaje y la aparición de las redes sociales. Estos son los dos grandes motivos que apunta este diario:
“Ocurre en los Parlamentos y también, por supuesto, en las redes sociales, fenómeno que ha contribuido en alto grado a la proliferación del insulto y a la banalización del lenguaje. Porque se recurre a la palabra gruesa y a la afrenta personal cuando no es necesario y se trivializa el debate”.
Se trivializa el debate porque, con esta estrategia, se pone el foco en el instrumento y no en el mensaje. Se pone el foco en las formas, pero no en el contenido de quien habla.
Según apunta la politóloga Astrid Barrio, en un artículo publicado por el diario El Periódico el 29 de diciembre de 2018 titulado “Fascistas y golpistas: la banalización del lenguaje”: “la discusión deja de centrarse en las políticas” y se está convirtiendo en un “debate estéril” que no aporta nada a “la resolución de los problemas colectivos”. No es el cómo, sino el qué se está diciendo.
Se trata de mensajes emocionales que tienen como objetivo empatizar fuertemente con el electorado. El único hándicap de este tipo de mensajes es que llevan muy poca carga de contenido. Después del impacto del insulto o de las formas, ¿qué queda? ¿qué es lo que nos están queriendo decir, finalmente, los políticos?
Mónica Pérez de las Heras, directora de la Escuela Europea de Oratoria de Madrid, analiza en su blog el discurso que la candidata de Ciudadanos al Congreso por Barcelona, Inés Arrimadas, realizó el 10 de octubre de 2017 en el Parlament Catalán, que Pérez de las Heras califica de «estupendo». El 10 de octubre de 2017 es la fecha en la que el entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, declaró la independencia de Cataluña.
Según Pérez de las Heras, Arrimadas consigue empatizar con su electorado por diferentes recursos utilizados en su discurso.
El uso de figuras retóricas como la metáfora, donde destaca la frase utilizada por Arrimadas “Han abierto ustedes la caja de Pandora en Europa”. La hipérbole, es decir la exageración, con la frase “han pulverizado el Estatut de Cataluña, han pulverizado la autonomía de Cataluña”. Uniendo la hipérbole con la metáfora en una de sus frases más alabadas: “No vamos a permitir que usted nos rompa el corazón a pedazos, Sr. Puigdemont”. Haciendo uso de las alusiones personales, algo que para Pérez de las Heras es crucial, ya que consigue un acercamiento importante entre el político y el electorado. Y aquí menciona una de las frases más conocidas de Inés Arrimadas, pronunciada en el Parlament, “mis padres, mis hermanos y mis sobrinos viven en Andalucía Sr. Puigdemont. No pienso permitir que les pidan el pasaporte para venir a verme porque su proyecto supone la salida de la Unión Europea”.
Con este tipo de recursos, Inés Arrimadas se ha convertido en una de las políticas españolas que más atracción despierta entre el electorado por su lenguaje directo y claro. Se hace entender aunque, en alguna de sus últimas intervenciones, ha rozado el registro excesivamente coloquial con aquel “más que tú chaval”, que le espetó a Gabriel Rufián, diputado de ERC, en su último debate en TVE.
Uno de los ejemplos más recientes de este triunfo de la espectacularización lo tenemos en el debate con los cuatro principales candidatos a las elecciones generales.
El lunes 22 de abril en TVE, el ganador, según la gran mayoría de diarios y encuestas realizados posteriormente, fue el candidato de Ciudadanos, Albert Rivera. El diario El Confidencial tituló el martes 23 de abril: “Albert Rivera, ganador del debate a cuatro de TVE, según los lectores de El Confidencial”, que le atribuyen el 50 % de los votos, pero en general la prensa le señalaba como ganador con entre un 47 y 50 % de los votos.
Por su parte, el periodista John Müller dijo en el diario El Mundo que Rivera fue “el que más bregó en un debate que comenzó envarado y frío». Comentario que corrobora que cercanía es sinónimo de calidez y lenguaje próximo al ciudadano, porque al ciudadano le gusta entender lo que dice el candidato al que vota.
La espectacularización y, si se me permite la expresión, coloquialización del mensaje político tiene, no obstante, una doble cara: por una parte se consigue, de una forma directa, conectar con el electorado. Pero por otra parte, se puede caer en la banalización del discurso. Y el efecto más directo es que por el hecho de querer conseguir el efecto mediático, se pierda finalmente el verdadero mensaje. Y ahí lanzo nuevamente mi pregunta ¿nos está diciendo algo el político o sus gestos están vacíos de contenido y delatan su poca preparación ante según qué temas? La expresión más coloquial, ya que de eso va este artículo, sería… ¿qué queda después de los fuegos artificiales?
Lo hemos visto en los debates de estos dos últimos días: las formas han cambiado y están cambiando. No bastan las palabras en los discursos, porque esta era digital en la que vivimos requiere también de imágenes y de una puesta en escena que llame la atención. El uso de eufemismos y giros lingüísticos no es ya un recurso válido para el electorado, pero abusar del exceso de gestos y de la puesta en escena también puede ser contraproducente.
No obstante, la política y el periodismo político, al igual que lo hacen otros sectores de la comunicación, se rinden cada vez más al titular espectáculo que ofrecen los políticos. Y estos, sabedores de la necesidad de acaparar esos titulares, nos brindan a los periodistas esos titulares que queremos escuchar, para entrar en esa carrera por conseguir la portada de los diarios o ser el corte de voz de los informativos y las emisoras de radio.
Si eso gusta o no al electorado lo sabremos el domingo. Nuevas formas, muchas de ellas producto del contagio que sufrimos en España de las formas políticas americanas, para nuevos tiempos. Está por saber si ese new age en política se consolida.