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La estandarización del español estadounidense

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Las lenguas naturales requieren un orden que las haga útiles y manejables en diferentes ámbitos sociales e institucionales, especialmente en la enseñanza y los medios de comunicación. Esa necesidad es obvia en los países hispanohablantes, pero se hace palmaria en las áreas bilingües donde el español tiene arraigo, como es el caso de los Estados Unidos. El español estadounidense demanda una estandarización inteligente.

«Estandarizar» una lengua es dotarla de los instrumentos necesarios para fijar un modelo o una norma que facilite su uso social. Esos instrumentos afectan fundamentalmente a la ortografía, la gramática y el léxico y se concretan en forma de acuerdos ortográficos y gramaticales, así como de diccionarios. La lengua española cuenta desde hace siglos con una estandarización sólida y eficiente, pero las circunstancias cambian, de modo que los instrumentos han de adaptarse a las nuevas necesidades. Este es el caso de la lengua española en los Estados Unidos, que, si bien cuenta con una larga historia, ha conocido en las últimas décadas unos drásticos cambios sociodemográficos que obligan a replantear la forma de su estandarización. Aunque pueda parecerlo, no hay contradicción entre el hecho de «estandarizar» una lengua internacional como el español y su adaptación a una circunstancia concreta. En realidad, la ortografía, la gramática y el diccionario de las Academias de la Lengua Española publicados desde 2010 presentan una norma flexible y sensible a las principales variedades geográficas de la lengua. ¿Por qué no ha de adaptarse también a las condiciones y necesidades del español estadounidense?

La formulación de esta pregunta asume la existencia de un español de los Estados Unidos. La presencia del español en los Estados Unidos es una realidad desde hace siglos, intensificada más recientemente, pero su consideración, no como una manifestación periférica y espuria, sino como una variedad más del español es algo que solo recientemente se está planteando en todas sus posibles consecuencias. Si el español es conocido y usado por un 17% de la población estadounidense, si es lengua protagonista en los programas de educación bilingüe o dual, si se maneja en los medios de comunicación social, en la publicidad y en otros foros públicos, la existencia de un español de los Estados Unidos es un hecho y exige una planificación. Naturalmente que este español ofrece características propias de su territorio, incluida la presencia de anglicismos, pero no por ello deja de ser español, en una modalidad que debe recibir un tratamiento semejante al de otras variedades de la lengua y quedar incluida como un componente más del concierto dialectal hispánico. Las Academias de la Lengua han dado ya unos primeros pasos en el reconocimiento del español estadounidense dentro de sus instrumentos de estandarización. El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias (2010) incluye más de 800 voces marcadas como procedentes de los Estados Unidos y la última edición del Diccionario de la lengua española (2014) incluye cinco palabras etiquetadas, mediante EU, como propias del español estadounidense: billón, trillón, congresional, guardavidas y sobador. Es poco y mejorable, pero el primer paso está dado.

Una estandarización del español estadounidense es imprescindible porque hay necesidades que satisfacer en diversos campos: educación, medios de comunicación, traducción, relaciones internacionales, justicia y sanidad, entre otros. Para abordarla correctamente es esencial conocer bien esos contextos y la lengua adecuada a cada uno de ellos. Es importante contar con estudios de base sociolingüística, geolingüística y pragmática, que permitan proponer la estandarización de los usos más apropiados. El funcionamiento de los anglicismos en el español estadounidense debe conocerse de cerca, para saber cuáles forman parte de la lengua y cuáles son accesorios o provisionales, pero sabiendo que ha de haber anglicismos, como, por cierto, también los hay en cualquier otra variedad hispánica. Para el conocimiento de la realidad social del español estadounidense es fundamental la aportación de la investigación universitaria. De igual modo, para la incardinación de la norma estadounidense en la normal del español general es ineludible la aportación de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. El español de los Estados Unidos no puede ordenarse sobre un modelo que prescinda de la dimensión internacional de la lengua y que ignore los criterios seguidos por el resto de las comunidades hispánicas, ya que perdería una gran parte de su fuerza y prestigio. Al mismo tiempo, las demás comunidades hispánicas han de conocer y reconocer la especificidad de los Estados Unidos. En definitiva, la estandarización del español estadounidense requiere un paso corto, para responder a su entorno inmediato, y una mirada larga, para no perder la perspectiva de su internacionalidad.

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