A poco más de un año de las elecciones presidenciales, Donald Trump sigue liderando las encuestas de la carrera republicana y Bernard Sanders parece ser la única alternativa al claro favoritismo de Hillary Clinton en el Partido Demócrata (PD). Por ello, aunque entendemos que es altamente improbable que cualquiera de ellos pueda llegar a la Casa Blanca, sus respectivas visiones de EE.UU. y de su papel en el mundo merecen ser consideradas. A falta de mayores concreciones, ya es posible analizar la concepción de EE.UU. de estos precandidatos y anticipar algunas ideas sobre su hipotética política exterior.
En principio, ambos presentan perfiles muy diferentes. Por un lado, Trump, el outsider, posee una personalidad excéntrica y una notable propensión al exabrupto que le confieren un cierto grado de imprevisibilidad en los foros internacionales, algo inusual en un presidente de EE.UU. Su desconocimiento/desdén de los usos diplomáticos, supondría un riesgo para la política exterior estadounidense. Muy diferente es Sanders, con una dilatada trayectoria institucional en ambas cámaras del Congreso de EE.UU. Las novedades de su política exterior no vendrían nunca propiciadas por una boutade de este experimentado y veterano político.
En cuanto a sus planteamientos, Trump representa a la llamada ‘América nacionalista’, con una clara tendencia aislacionista en materia de política exterior. La visión de Trump remite a la imagen de la Fortress America y recuerda, en este sentido, a las ideas de Pat Buchanan. Para Trump, la seguridad nacional y la pervivencia del modelo americano dependen de un control estricto de la inmigración, en ningún caso de la difusión de la democracia en el mundo. Así, su propuesta para frenar la inmigración desde el sur mediante la construcción de un muro en la frontera con México es reflejo del ideario nativista, cuando no racista y, en todo caso, ‘mexicanófobo’, del magnate[1]. Asimismo, la política exterior de Trump sería fuertemente unilateralista: desprecia los foros multilaterales y no los concibe sino como entidades antidemocráticas que buscan implicar a EE.UU. en conflictos y problemas que le son ajenos y cercenar su libertad de acción.
‘Bernie’ Sanders es el candidato más izquierdista que podría presentar el PD a unas elecciones presidenciales desde que George McGovern lograra la nominación en 1972 y perdiera con estrépito frente a Richard Nixon. Autodefinido como ‘socialista democrático’, Sanders aboga por el intervencionismo estatal en el ámbito socioeconómico para introducir una serie de derechos sociales hasta ahora inexistentes en EE.UU. Sanders quiere profundizar notablemente en la idea de Obama de abandonar el nation-building abroad y centrarse en el nation-building at home. La juventud de Sanders en el Antiwar Movement durante los años 60 y 70 permite vislumbrar una reminiscencia pacifista en su política exterior, que incidiría en el repliegue militar estadounidense y podría incrementar los recortes en defensa. Sin duda, Sanders se adscribe al sector menos intervencionista del internacionalismo liberal americano, el de los denominados ‘globalistas’, partidario del multilateralismo y de la promoción de la gobernanza global.
Como acabamos de ver, estamos ante dos concepciones bien distintas de EE.UU. y de su papel en las relaciones internacionales. No obstante, cabe identificar algunos elementos en común entre ellas:
- Comparten la idea de America First, si bien concebida y articulada de modos muy diferentes, que implica el rechazo del mesianismo democratizador y del intervencionismo militarista, así como la clara primacía de los asuntos domésticos en la agenda política. En efecto, ambos reniegan de la misión de EE.UU. como agente activo de la difusión de la democracia en el mundo, y proponen una política exterior alejada del unipolarismo de Bush y de las doctrinas hegemonistas que ahondaría en el repliegue estratégico de EE.UU. Se trata de interpretaciones introvertidas del excepcionalismo americano: la de Trump más insular, pretende apartar a EE.UU. de los grandes conflictos del mundo para mantener a salvo su modelo; la de Sanders busca redefinir el papel del Estado en la economía y la sociedad, pues considera que lo prioritario es reducir la desigualdad y garantizar una serie de derechos socioeconómicos.
- Ambos candidatos son el paradigma de la enorme polarización que viene experimentando la política americana en los últimos años. Así, el apoyo que recibe Trump por parte del electorado republicano, situándolo al frente de las encuestas, simboliza la radicalización del GOP debida al auge del Tea Party. Sanders, por su parte, representa al ala izquierda del PD, que al rebufo de las reformas sociales de Obama, busca expandir exponencialmente el welfare state a través de un incremento sustancial del gasto público en políticas sociales, tratando, de ese modo, de reconfigurar sustancialmente la relación entre Estado, sociedad y mercado en EE.UU.
Estamos, en conclusión, ante dos visiones sustancialmente antagónicas pero que guardan algunas similitudes relevantes, y que, en todo caso, han de ser tenidas en cuenta, toda vez que están configurando el actual debate político americano.
[1] No se trata, no obstante, de una idea nueva ni propia de Trump, sino una vieja propuesta del halcón neoconservador Charles Krauthammer.