Sí, así es como pretende desarrollar su presidencia el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Trump ha creado un método personal que le sirvió para triunfar en el mundo de los negocios, que le popularizó en los medios de comunicación, y que le permitió arrollar a rivales mucho mejor preparados y con más experiencia política durante la pasada campaña electoral. Él es así, hace las cosas a su manera. Curiosamente, “My Way”, de Frank Sinatra, fue la canción con la que comenzó su primer baile presidencial. Me temo que nos esperan cuatro años -si no hay ‘impeachment’ de por medio,- de ir ‘al Trump, Trump’.
Muchos deseaban que el 20 de enero de 2017, a las 12 en punto del mediodía, ET -como dicen en los Estados Unidos, – no hubiese llegado nunca. De hecho, miles de personas se manifestaron a escasa distancia de donde tenía lugar la entronización del nuevo césar del país. Pero si hay algo inexorable, es el paso del tiempo. Y el día y la hora fijadas llegaron y desde ayer mismo Donald J. Trump dirige desde su sillón en la Casa Blanca los designios del país más poderoso del mundo y de, cómo no decirlo, gran parte de la humanidad. En una ceremonia fría, con escasa asistencia del mundo del espectáculo -tan influyente por aquellos lares,- y con un boicot de parte de la minoría demócrata en el Congreso, Trump juraba su cargo como cuadragésimo quinto presidente. Todos esperábamos un discurso presidencial alejado de los mensajes que incendiaron su campaña electoral. Pero Trump es Trump, y su discurso de inauguración no ayudó a percibir moderación alguna en sus palabras.
Lo que presenciamos ayer fue una arenga poco elaborada y que, muy probablemente, fue escrita por el propio Trump. No cabe duda de que cualquiera de sus asesores le hubiera preparado algo diferente; incluso es posible que le dijeran que eso no era lo que debía decir. Sin embargo, fiel a su forma de hacer las cosas, ‘a su manera,’ Trump buscó la complicidad con quienes le han alzado a la Casa Blanca. Fue un discurso para ese movimiento de (hombres) blancos, protestantes, anglosajones (WASP), de clase media y molestos con el ‘establishment’ tradicional. Las palabras del nuevo presidente remarcaron los tres ejes que han sido una constante en su candidatura a las primarias del partido republicano y en la carrera presidencial para “Hacer América Grande de Nuevo”: 1) POPULISMO: voy a drenar Washington y devolver el poder al pueblo, olvidado por los políticos; b) PROTECCIONISMO: en lo militar y en lo económico, América para los americanos; y 3) UNIDAD: juntos haremos a EE.UU. mejor país.
Personalmente, me deja preocupado mucho de lo dicho ayer ante los estadounidenses y el mundo. Me alarma que el nuevo presidente, un hombre de negocios, no vea la importancia de mantener un mercado internacional alejado de conflictos arancelarios y proteccionismos innecesarios, en beneficio, no solo de sus propios ciudadanos si no, también, de los de los países emergentes -como México, su vecino más cercano. Me inquieta que el nuevo POTUS piense que los tratados internacionales de defensa común son inútiles y que cada país debe correr con sus gastos de militares -¡si ya lo hacen!,- lo que, por desgracia, propagará conflictos menores que pueden acabar en pugnas mayores. Y, sobre todo, me intranquiliza su tono de demagogo con traje, de salvapatrias rancio que tanto costó a la humanidad en épocas pasadas. Ojalá me equivoque y con el pretexto de poner a ‘América primero,’ asistamos a una de las mejores presidencias que se recuerdan. En fin, vamos a darle al nuevo presidente los 100 primeros días de gracia. ¡Qué menos… o qué más!