Con motivo de la exposición “Arte americano en la colección Thyssen” reflexionamos sobre los usos diplomáticos de la creación artística. La colección Thyssen es la más extensa de arte histórico americano fuera de los Estados Unidos y jugó un papel clave en la diplomacia cultural de su país de origen. La diplomacia cultural se entiende como un programa de iniciativas culturales para promover la imagen de un país en el extranjero. El barón Hans Heinrich Thyssen Bornemisza, un gran empresario con negocios internacionales incluyendo los Estados Unidos, decidió poner su colección a disposición del servicio diplomático estadounidense para para facilitar el diálogo entre las distintas naciones.
Esta colaboración se materializó poniendo sus fondos de arte estadounidense en préstamo a las embajadas estadounidenses por el mundo en la década de los años ochenta. El arte americano, con su variedad de estilos artísticos daba cuenta de la libertad de una sociedad democrática y ayudaba a mover productos nacionales en un mercado libre y global. Con un espíritu similar, el barón Thyssen enviaba en 1979 a la embajada de Moscú tres obras que evidenciaban la diversidad de estilos artísticos. Con pinturas representantes de movimientos tan dispares como la abstracción hasta el fotorrealismo, la selección daba buena cuenta de lo que el arte estadounidense del siglo pasado podía ofrecer.
La selección de obras de la colección Thyssen prestadas a otras ciudades como Bruselas, Budapest, México, Londres y París durante la década de los ochenta continúa siendo reveladora por los mensajes que expresan. Así, la sede diplomática americana en Bruselas disfrutó de un paisaje impresionista de principios del siglo XX. En el soviético Budapest las cinco obras elegidas eran figurativas y tenían un carácter evocador.
La embajada londinense obtuvo tres obras, entre ellas un retrato del siglo XVIII que ensalzaba el pasado colonial británico en Estados Unidos. Por París pasaron las obras más dispares, evidenciando un gusto cosmopolita.
Además de decorar estas sedes, la colección Thyssen tuvo presencia en la embajada de las Naciones Unidas en Nueva York y, aunque no hay constancia de qué obras se expusieron, el hecho es que Hans Heinrich llevó hasta las últimas consecuencias su empeño por promover el diálogo entre países a través del arte prestando obras a este centro de la diplomacia mundial cuyo fin es mantener la paz.
La mayoría de los préstamos a embajadas estadounidenses se tramitaron a través del programa “Arte en Embajadas”, que constituía una estrategia de diplomacia cultural en toda regla. En los archivos del barón se conserva un folleto explicativo, fechado en abril de 1989, firmado por Lee Kimche McGrath, su directora. La introducción rezaba así: “el arte es de alguna forma una poderosa divisa internacional: promueve el entendimiento entre gentes de contextos culturales diversos”. El folleto además informaba de que, gracias al programa estaban en circulación más de tres mil obras de arte, todas ellas americanas y de alta calidad, valoradas en 35,2 millones de dólares, por 123 países. Asimismo, especificaba que esto era posible gracias a la colaboración entre el gobierno y el sector privado, y que contaba con prestadores como Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza. El presidente Reagan abanderaba la idea del “excepcionalismo” americano, según la cual Estados Unidos es un país diferente con un destino especial. Es muy probable que el magnate compartiese esta idea, y la presencia de este folleto sugiere que dejó de colaborar con el programa por entonces, justo meses después de que Reagan dejara de ser presidente.
Uno de los grandes hitos de la diplomacia cultural llevada a cabo por Hans Heinrich fue el préstamo del paisaje Playa de Singing, Manchester, de Martin Johnson Heade, para la cumbre de Ginebra del 19 y 20 de noviembre de 1985. Fue un momento histórico en que el secretario general soviético Mijaíl Gorbachov y el presidente Ronald Reagan se encontraron por primera vez. Esta cumbre marcó “el principio del fin de la Guerra Fría”, y la pintura de marina decimonónica fue elegida para “establecer el tono” de las conversaciones. El efecto de la pintura fue positivo, puesto que el encuentro logró establecer la confianza necesaria entre ambos políticos para que se diera el cese de las hostilidades.
Estas fascinantes historias se pueden leer en el catálogo de la exposición Arte americano de la colección Thyssen, y la muestra se puede visitar en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el 16 de octubre de 2022: Arte americano en la colección Thyssen | Exposición (museothyssen.org)
Escrito por Alba Campo Rosillo, investigadora y doctora en Historia del arte americano. Alba ha co-comisariado la exposición “Arte americano en la colección Thyssen” con una beca de investigación de la Terra Foundation for American Art. Es doctora en Historia del Arte por la Universidad de Delaware, en donde ha escrito su tesis doctoral “Arte e Industria: La Retratística de George Peter Alexander Healy (1830-1871)”. Alba ha ejercido como profesora en las universidades de Illinois y Delaware en los Estados Unidos y De San Luís en Madrid y Pompeu Fabra en España. Además, ha desempeñado puestos de investigación, comisariado y educación en el Museo de Arte de Filadelfia, la Academia de Bellas Artes de Pensilvania, el Museo Winterthur, el Museo de Arte de Delaware, el Instituto Nacional del Legado Cultural de los Países Bajos, y el Instituto de la Historia del Arte de los Países Bajos. Por último, Alba ha recibido becas de investigación de la Galería Nacional del Arte y de la Galería Nacional del Retrato, ambas de los Estados Unidos, y del Fondo Cultural Prins Bernhard de los Países Bajos, entre otros.