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Donald Trump ya reina, ¿y ahora qué? (II)

JAG - DA - 2

Condiciones meteorológicas adversas privaron a Donald Trump del previsible baño de masas si la toma de posesión hubiera tenido lugar en la terraza del Capitolio y no en la Rotonda como ocurrió. Se desquitó en el posterior encuentro con sus fanáticos en el Capital One Arena, donde firmó las primeras órdenes ejecutivas entre el entusiasmo —¿delirio?— de la concurrencia. Si, como dicen los británicos, “las formas son el fondo”, nos esperan cuatro años de imprevisibles actuaciones a medio camino entre el “postureo” y el drama. El recién nombrado presidente convirtió la firma de los primeros decretos en una impropia —por no escribir indigna— banalización política de primer orden. El contenido de las referidas disposiciones alterará sustancialmente las vidas de centenares de miles de personas y repartir entre la concurrencia los rotuladores con que firmó los documentos —imitando el lanzamiento de gorras MAGA en sus mítines— implica una absoluta falta de empatía con el sufrimiento de quienes tan solo aspiran a una vida mínimamente digna.

Más allá de la obscenidad moral que representó la puesta en escena, se trata de un acontecimiento, el de las firmas, que preconiza los vientos que soplarán en su presidencia. Entre las más de cien disposiciones firmadas en sus primeros días ocupando el Despacho Oval, los de mayor calado tienen que ver con el endurecimiento de visados junto a decretos de deportación de indocumentados que se han llevado a cabo de inmediato expulsión. También ha amnistiado de inmediato, como anunció, al millar largo de condenados por el asalto al Congreso, a quienes consideraba como “rehenes” y en más de una ocasión denominó “patriotas”. En su hiperactividad ha desclasificado documentos secretos, los más llamativos aquellos referidos a los asesinatos de John Kennedy y su hermano Robert, y el de Martin Luther King.

Ya que he mencionado las amnistías, otra de ellas ha sido la referida a los nacionales de Israel que atacaron a ciudadanos palestinos y usurparon sus casas y terrenos, por lo que fueron condenados por la Administración Biden. La trascendencia y calado al amnistiar tales acciones puede tener consecuencias impredecibles por significar la total impunidad ante actuaciones condenadas internacionalmente. Quién sabe si ello no dará pie a que en un futuro no muy lejano Israel se anexione Cisjordania como reclaman los judíos más radicales, e incluso Gaza como pide la influyente activista Daniella Weiss. Pocos presidentes como Donald Trump encontrará Israel tan identificados con su causa. En el anterior mandato aceptó la capitalidad de Jerusalén y la legalidad de la anexión de los territorios conquistados en los Altos del Golán; en esta ha levantado las cortapisas armamentísticas que les impuso Biden y se muestra partidario de “resituar” a la población palestina en Jordania y Egipto para “limpiar” Gaza.

En cualquier caso, “del dicho al hecho hay un trecho” y veremos hasta dónde se hacen realidad estas órdenes ejecutivas. La primera firmada por Obama fue el cierre de la cárcel de Guantánamo, y nunca se consumó; incluso el propio Trump conoce sobradamente las dificultades de sustanciar tales propuestas, pues la primera en su anterior mandato fue la construcción de un muro fronterizo entre México y Estados Unidos que nunca se llegó a concluir.

En cuanto a las actuales, no pocos estados se han mostrado reticentes a colaborar con sus fuerzas de orden a implementar órdenes de expulsión, y aunque se han incrementado de 350 a poco más de 500 cada día, en sus cuatro años de mandato lograría expulsar a unos 700.000 indocumentados, lejos de los “millones y millones” que prometió. Además, la propuesta de negar la nacionalidad estadounidense a los hijos de emigrantes indocumentados que nacieren en Estados Unidos ha sido contestada por una docena de estados y un buen número de jueces han invocado la Enmienda 14 — “Toda persona nacida o naturalizada en los Estados Unidos y sujeta a su jurisdicción, será ciudadana de los Estados Unidos”— como prueba de su inconstitucionalidad. Uno se pregunta si el presidente no pretenderá que tal orden llegue al Tribunal Supremo, quien sabe con qué propósito.

En la tercera y última entrega se comentarán las propuestas de índole económica y política que suponen un cambio radical al liberalismo predominante en las sociedades occidentales en los últimos siglos.

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