La Cumbre de las Américas 2022. ¿Oportunidad o fiasco diplomático?

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Durante los días 6 a 10 de junio tendrá lugar en la ciudad de Los Ángeles (California, EE. UU.) la novena Cumbre de las Américas, un encuentro que, desde su primera edición en 1994, viene reuniendo a los Jefes de Estado y de Gobierno del continente para debatir sobre aspectos políticos compartidos, afirmar valores comunes y comprometerse a acciones concertadas a nivel nacional y regional con el fin de hacer frente a desafíos presentes y futuros a los que enfrentan dichos países.

Las organizaciones de la sociedad civil, los representantes de las comunidades indígenas, los líderes civiles y los empresarios y jóvenes emprendedores, también están llamados al encuentro promoviendo el diálogo y desarrollando planes de acción para abordar los retos y las oportunidades a los que se enfrentan los pueblos de América. Y es que además del encuentro de líderes, cuyo anfitrión será el presidente Joe Biden, y con el espíritu de fomentar una cumbre más inclusiva, el Departamento de Estado de Estados Unidos va a organizar tres foros oficiales de partes interesadas en la Cumbre: el noveno Foro de la Sociedad Civil; el sexto Foro de Jóvenes de las Américas; y la cuarta Cumbre de “CEO” de las Américas. Cada foro fomentará un mayor diálogo entre los jefes de Gobierno y los pueblos y empresas de las Américas para abordar los principales retos y oportunidades del continente, como la inclusión social, la recuperación económica, el cambio climático, la democracia y la transformación digital.

El Gobierno de los Estados Unidos, en su calidad de país anfitrión de esta Novena Cumbre ordinaria (precedida por las de Miami 94, Santiago 98, Quebec 2001, Mar del Plata 2004, Puerto España 2009, Cartagena de Indias 2012, Panamá 2015 y Lima 2018) ha propuesto como eje central del encuentro el siguiente lema: “Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo”, bajo el cual se contemplan cinco ejes temáticos distintos -aunque interconectados- que serán los que marcarán la agenda técnica de los debates y posteriores conclusiones y compromisos: (a) Salud y Resiliencia en las Américas, (b) Nuestro Futuro Verde, (c) Acelerando la Transición a la Energía Limpia, (d) Transformación Digital y (e) Gobernabilidad Democrática.

Estás serán, por lo tanto, al margen de otras preocupaciones ya clásicas y endémicas en la región (como el narcotráfico, las migraciones, el capitalismo financiero desregulado o la deforestación) las principales prioridades que marquen el encuentro y entre las que, obviamente destacarán la pandemia de COVID-19 y las grietas que ha dejado al descubierto en los sistemas sanitarios, económicos, educativos y sociales; las amenazas a la democracia; la crisis climática; o la falta de acceso equitativo a oportunidades económicas, sociales y políticas.

Pero al margen de la citada agenda, esta cumbre de 2022, sin duda, viene precedida y estará marcada por dos acontecimientos políticos relevantes: las sonoras ausencias de Venezuela, Cuba y Nicaragua y la presencia en la misma, en calidad de Estado observador, de España.

Washington comunicó hace unos días que Cuba, Venezuela y Nicaragua no estarían entre los invitados a la Cumbre al considerar que no respetan la democracia, lo que ha provocado incomodidad en todo el continente y la reacción de algunos líderes americanos (México, Argentina, Bolivia, Chile, Honduras o los países del CARICOM) que han dejado su participación en el aire. Esta polémica y desconcertante decisión (Biden suavizó a mediados de mayo las sanciones a Cuba y Venezuela), además, le puede salir muy cara a Estados Unidos, pues no olvidemos que una cumbre vacía socavaría sus esfuerzos para recuperar y reafirmar su maltrecha influencia y liderazgo en el continente, sobre todo en América Latina ante el imparable avance de China en la región. Hoy, China representa el 20 % de las ventas de las importaciones y un 12 % de las exportaciones, siendo ya el principal socio comercial de América Latina y el Caribe. La llamada nueva Ruta de la Seda aportó, en 2020, 17 000 millones de dólares en inversión directa y tiene un acumulado de 137 000 millones en préstamos en el hemisferio. En un tiempo en el que aumentan las preocupaciones sobre un retroceso democrático en el continente, no parece ser esta la mejor estrategia a adoptar para recomponer costuras y recuperar el terreno perdido durante la era Trump. Por mucho que se busque contentar con ello a una parte del electorado conservador en vistas de las elecciones del próximo noviembre.

Otro hecho de marcado interés de esta Cumbre será la presencia en la misma de España en calidad de Estado observador (rol que nuestro país ya ejerció en la cumbre de 2015, celebrada en Panamá). La invitación fue cursada hace un par de semanas por parte del Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, a su homólogo español, José Manuel Albares, quien, en principio, representará a España en la cita. España, como principal precursor de las Cumbres Iberoamericanas, socio estratégico de Estados Unidos en la OTAN y miembro de la UE que desempeña un papel esencial en el diseño de la política de la Unión Europea hacia América Latina y el Caribe, no debería desaprovechar este gesto de deshielo y acercamiento hacia nuestro principal socio euroatlántico.

 


Escrito por Fernando Lozano Contreras, director académico del Centro de Documentación Europea y Profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internaciones de la Universidad de Alcalá.

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