El pasado martes, 5 de abril, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, se dirigió por videoconferencia a los miembros del parlamento español, como viene haciendo en el último mes con las cámaras de representantes de América y Europa, para agradecer el compromiso de los países occidentales con Ucrania en estos momentos, reiterar los crímenes de guerra que la Rusia de Putin está ejecutando en su país y apelar a las conciencias de los políticos de cada uno de los parlamentos. En estas alocuciones, viene siendo habitual que realice un paralelismo de la situación de guerra que está viviendo el pueblo ucraniano con algún acontecimiento histórico de la nación a la que está hablando en ese momento. Son ya varios los ejemplos que el presidente ucraniano ha expuesto a los próceres europeos y norteamericanos, desde el bombardeo japonés de Pearl Harbor en diciembre de 1941 hasta el Holocausto. En el caso de España la referencia histórica ha pasado por nuestra tan discutida –y parece que mal digerida– guerra civil pues, recordando el mes que hemos comenzado, sus palabras han incidido en la comparación de la situación de las ciudades ucranianas con el bombardeo de la ciudad de Guernica por la Legión Condor alemana en abril de 1937.
Como no podía ser de otra forma ha estallado la polémica entre la clase política y las redes sociales españolas. En nuestro caso nos resulta interesante la referencia para observar cuál es la imagen de nuestro país en el extranjero y qué ha convertido a este bombardeo masivo de una población civil durante nuestra contienda en una poderosa mirada sobre España que ha trascendido las fronteras y el tiempo. Tal vez el magnífico cuadro de Pablo Picasso que se puede contemplar en el Museo Reina Sofía de Madrid y la fama que alcanzó gracias a su muestra en la Exposición Universal de París de 1937 tienen algo que ver con la internacionalización de la imagen. Al mismo tiempo, es importante recordar que los propios extranjeros que estaban sobre el terreno en aquel abril de 1937 observaron que el acontecimiento no había sido uno más de los muchos horrores que contemplaban a diario en aquella guerra que habían venido a cubrir, en muchos casos, para cabeceras de prensa en sus respectivos países. En el caso de los anglosajones es interesante, al menos para que nos hagamos una idea de la fuerza de la imagen de Guernica desde su origen, comentar algunos de los corresponsales de la guerra civil que hablaron de Guernica en sus escritos.
Las primeras noticias impresas que se dieron del bombardeo de Guernica proceden del mismo día del ataque. El 26 de abril de 1937, tras la destrucción de la ciudad por los aviones alemanes e italianos, los corresponsales de Reuters, The Star, Daily Express, Ce Soir y Times que estaban en Bilbao cubriendo la defensa vasca frente a la ofensiva franquista se enteran de los incendios y salen hacia Guernica para observar in situ lo ocurrido. El corresponsal de Times, un británico que trabajaba también con crónicas esporádicas para The New York Times, Georges Steer, publica el 28 de abril en Nueva York su relato de lo ocurrido. Testigo directo de la devastación, informa a Londres de que, según los testigos, han sido aviones alemanes los que han efectuado el ataque y que se han empleado gran cantidad de bombas, incluidas incendiarias, que acabaron por hacer que las edificaciones de Guernica fuesen pasto de las llamas.
Su compañero en la cabecera neoyorkina Herbert L. Matthews, que en el momento del ataque en Guernica permanecía en Madrid, años más tarde escribiría en su manual para corresponsales The education of a correspondent (1946) que el acontecimiento de Guernica había sido un bombardeo masivo y sistemático, algo nuevo en las tácticas de bombardeo hasta el momento y muy diferente a los ataques aéreos que él mismo había visto en Madrid. Por otra parte, el tratamiento de la noticia habría supuesto un punto de inflexión en el periodismo por el interés que habían tenido los medios “rebeldes” (esto es, el bando autodenominado “Nacional”) en ocultar la verdad del ataque y expandir falsas versiones del mismo fuera de España. El motivo, expresa Matthews, podía ser que los medios católicos norteamericanos, lectores de The New York Times podrían recelar del apoyo que mostraban por Franco si este era el responsable de la destrucción de la villa vasca.
El bombardeo de Guernica quedó en la conciencia colectiva de medio mundo como paradigma de los horrores de la guerra civil española. Adquirió fama y se convirtió en un emblema macabro que aún hoy sigue siendo parte de nuestra imagen en el exterior, tal y como lo demuestra la alusión del presidente ucraniano. Emerson decía: “Somos símbolos y habitamos símbolos”. La imagen, el estereotipo de lo que somos para los otros es estable y se modifica, si es que lo hace, con mucha lentitud. Guernica es parte de nuestra identidad como españoles y toda lucha contra ella es estéril. Guernica nos identifica y, como dijo Matthews: “El bombardeo fue un éxito, pero vivirá para siempre en la infamia”. Tengamos el consuelo de que, al menos, “de la ira de un hombre surgió lo que muchos creen que es la pintura más grande de nuestro siglo, el Guernica de Picasso” (Matthews, H.L. Half of Spain Died, 1973).