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US views of Spain. Diversidad pese a los estereotipos

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Al comenzar el siglo XX la imagen de España en Estados Unidos estaba lastrada por la pervivencia de la leyenda negra, que proyectaba una visión de nación imperial y conquistadora cuya dominación colonial había sojuzgado a los pueblos de América Latina. La guerra de Cuba actuó como un altavoz de esa imagen negativa que retrataba a España como un país atrasado, clerical y reaccionario. No fue sencillo ni rápido irse desprendiendo de ese estereotipo forjado en el transcurso del siglo XIX.

En contrapartida, poco después empezó a cobrar relieve una corriente de aprecio del arte y la arquitectura españolas, además de su literatura, que modelaron otra forma de percibir al país más vinculada al exotismo, a la experiencia estética, a la originalidad de una sociedad un tanto marginal a los cambios modernizadores de otras sociedades europeas. La Hispanofilia fue estimulada por la emergencia del hispanismo estadounidense, que ponía en valor aquella otra cultura. En el transcurso del primer tercio del siglo XX se articuló una red de cooperación educativa y cultural entre las dos sociedades, inspirada por un ideario reformista, liberal y filantrópico. Los vínculos comerciales contribuyeron también a una paulatina transformación en la percepción de España, al menos entre los sectores del país americano que tenían más contactos con la península ibérica.

La guerra civil desbarató los circuitos de cooperación y recuperó prejuicios sobre el carácter violento e intransigente del pueblo español. Desde el otro lado del Atlántico arreciaron las visiones de la España negra y roja, de la reacción y la revolución, del desorden y atavismo españoles, de su incapacidad para la democracia. El régimen franquista establecido a su conclusión mostró una clara sintonía ideológica con las potencias fascistas, alejada de los valores democráticos y liberales que representaban los Estados Unidos. La identificación de la dictadura española con el fascismo, tanto durante la II Guerra Mundial como en la inmediata posguerra, reavivó entre la opinión pública norteamericana los estereotipos de nación propicia al autoritarismo y la intolerancia. Así lo reflejaba un informe diplomático de la época:

“Culturally Spain has been dormant for centuries. […] Spain looks eternally towards the past. She is a sad and mystical country remote from the comprehension of twentieth century Western civilization. […] It is almost axiomatic that Spain is ‘somehow different’ from the rest of Europe”.

La Guerra Fría modificó la actitud hacia el franquismo de diferentes sectores de la sociedad estadounidense, incluido su gobierno, que evolucionó del rechazo y la condena internacional hacia una aceptación no exenta de recelo. Los acuerdos para instalar bases militares americanas en el país fueron determinantes en ese sentido. El caso español respondía al patrón de los Friendly Tyrants, hacia los cuales se prodigaban escasas simpatías, pero con los cuales era necesario entenderse para extender el bloque anticomunista.

La falta de familiaridad de España con la democracia, según la visión predominante en Estados Unidos, acabó por implantarse como una noción que allanó el camino para el entendimiento con la dictadura. Tras ello llegaron no solo los militares americanos, sino también sus inversiones y empresas, sus programas de cooperación económica, científica y técnica. En los años 60 el franquismo y sus proyectos desarrollistas se acomodaban a los esquemas de una modernización autoritaria, concebida por sus interlocutores de Estados Unidos como etapa previa para el establecimiento de un sistema democrático. El horizonte era la homologación de España con sus vecinos de Europa occidental. Para ello desde el país americano debía ejercerse una influencia indirecta, respaldada por la vía formativa y la expansión del inglés, sin provocar conflictos con la dictadura contraproducentes para sus intereses estratégicos.

La transición a la democracia sorprendió a la sociedad norteamericana, que seguía en su mayor parte instalada en los tópicos sobre la incapacidad española para acometer un proceso de cambio político pacífico. En otros medios mejor informados y con un contacto más fluido con el país ibérico las visiones eran mucho más matizadas. En la actualidad España es un miembro consolidado de la Unión Europea, un aliado de la nación americana, un lugar que atrae programas estudiantiles de intercambio lingüístico. Los viejos clichés de país atrasado han ido cediendo terreno frente a una concepción más cercana a la de otros pueblos europeos, si bien el interés por España sigue siendo limitado y se concentra sobre todo en algunos sectores sociales.

El seminario dedicado a la imagen de España en Estados Unidos que organiza el Instituto Franklin-UAH pretende poner de relieve la evolución de esas percepciones, su diversidad y el papel que han tenido en las relaciones bilaterales desde los albores del siglo XX hasta el presente.

 


Escrito por Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, investigador científico del Instituto de Historia, CCHS-CSIC, doctor por la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus líneas de investigación destacan: las relaciones internacionales de España en el siglo XX, la acción cultural exterior de España y la diplomacia pública de Estados Unidos hacia Europa. 

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